Un montón

Cuando empecé a amigarme con la idea de la maternidad, de que iba a tener toda una persona a cargo a quien cuidar y criar, me imaginaba paseando de acá para allá con un bebé a upa, dando la teta y cantando canciones para dormir. Lo que me costaba era imaginarme como una señora más grande, habitando el lugar de mamá que yo recuerdo que ocupaba la mía cuando yo era chica y dependía en gran medida de ella. Supongo que a los primerizos nos cuesta vislumbrar la crianza como un todo que se acerca a toda carrera como una tarea sin fin y para la cual estamos poco equipados. Una de las primeras cosas que aprendí sobre la crianza y sobre ser mamá es que encaja muy bien con la frase que popularizara Mario Benedetti acerca de cómo cuando creemos que tenemos todas las respuestas nos cambian las preguntas.

Como padres y madres responsables, nuestro mayor objetivo es poder criar personas maduras e independientes que puedan hacerle frente al mundo, y es algo que idealizamos mucho cuando nos imaginamos al frente de la crianza de otras mini personas.
La contraparte de esa idealización es que el día a día de criar personas maduras e independientes que puedan hacerle frente al mundo tiene mucho de lidiar con una cosa tras otra, o miles al mismo tiempo y que a veces se siente como tratar de jugar al jenga con una decena de cachorritos en el medio. Es decir, muchas veces, ser padres se trata más de intentar que no se derrumbe ninguna responsabilidad u otros aspectos de la vida adulta mientras hay un montón de perritos lindos y tiernos que van a tirarnos la torre de bloques sin querer un montón de veces. Esto no me lo anticipó nadie cuando estaba embarazada o cuando empecé a hablar de mi deseo de ser mamá, pero resulta que para criar a otros lo que más hay que tener es mucha pero MUCHA paciencia. Cuesta un montón, nuestros hijos e hijas finalmente terminan convirtiéndose en mini versiones de nosotros y eso no siempre refleja nuestras mejores cualidades. Para mí muchas veces es muy desafiante criar a un mini-yo y convivir con él.

Lo que destaca a las nuevas generaciones de madres y padres es que son de las primeras en empezar a correrse del adultocentrismo para darle lugar a los chicos y chicas como sujetos de derecho que son tan parte de la sociedad y de la familia como cualquier otra persona de cualquier edad, con mentes y deseos propios. La crianza de antes, de nuestros padres y abuelos, se apoyaba mucho en la dinámica natural de subordinación a los adultos: «las cosas se hacen como yo digo, cuando yo lo digo, porque yo lo digo y punto», demandando respeto y obediencia, muchas veces sin tener en cuenta los tiempos o preguntas o incluso las voces de las personitas del otro lado. Pero si yo, padre o madre, quiero criar personas responsables que se hagan cargo de sus errores y no terminen siendo adultos pasivos-agresivos que no sepan manejar su falta de paciencia, voy a tener que predicar con el ejemplo. Eso muchas veces, al menos para mí, significa tener que mostrarme vulnerable y saber hacerme cargo cuando a veces la situación me gana y saca lo peor de mí: porque se hace tarde, porque estoy cansada y me despertaron cinco veces durante la noche, porque es el vigésimo quinto berrinche de la semana y necesito vacaciones sola para mí sin que nadie me hable por al menos veinte minutos.

Con frecuencia me sorprendo fantaseando con tener superpoderes para ser una buena mamá y hacer las cosas bien, y creo que lo que más quisiera es tener mucha más paciencia y energía. Ser una buena madre o un buen padre es extenuante porque demanda de muchísimo esfuerzo mental y emocional y límites saludables que no necesariamente sabemos establecer o enseñar. Estar presentes todo el tiempo no es algo que nos sale naturalmente, ni algo que nos imponen las hormonas o el instinto. Por cierto, «el instinto materno» en las humanas es un invento, y uno muy dañino, o pregúntenle cómo se siente a cualquier mamá primeriza que conoce a su hijo hace siete días y que no entiende por qué llora desconsolado hace 45 minutos sin que nada lo calme.

Se suele hablar de los sacrificios que hacen los padres y las madres, y especialmente esta últimas, porque la expectativa es que pongan sus deseos y necesidades en segundo plano, detrás de sus hijos. Pero incluso una virtud puede volverse un vicio, porque si una queda relegada como personaje secundario de su propio día a día, es muy difícil que te quede un resto para estar presentes para otros, sobre todo para otros que demandan, mejor dicho, que necesitan tanto de nosotras.

Esta fantasía de tener lo necesario para criar a mi hijo siempre me hace reflexionar acerca de la poca pelota que le damos como sociedad moderna a la crianza de los futuros adultos, pero también me hace pensar que esta ¿presión? que existe para ser buenos padres (y sobre todo buenas madres) es algo que a la larga nos termina perjudicando. Todos los padres y madres quieren hijos felices, que se sientan seguros, amados y respetados. Sin embargo, la crianza perfecta no existe, nos vamos a equivocar infinidad de veces, vamos a perder la paciencia, nos vamos a sentir derrotados y agotados, vamos a querer arreglar algo para terminar empeorándolo, vamos a querer acercarnos a nuestros hijos y a veces ellos van a ser quienes pierdan la paciencia con nosotros. Creo a lo que realmente hay que apuntar es que al fin de cuentas nuestros hijos sientan que las cosas que hicimos bien sean muchas más, y más importantes, que las que hicimos mal.

No es ninguna ciencia que criar futuros adultos es miles de veces menos complicado cuando traerlos al mundo es una decisión consciente, deseada y pensada y sobre todo cuando se hace de a dos, o de a tres o de a ocho. En inglés hay un proverbio que dice «It takes a village to raise a child», y en resumen, quiere decir es que se necesita de toda una comunidad de personas que interactúen de manera positiva con los niños y niñas, para que puedan crecer y prosperar en un entorno seguro y saludable. Y todo esto es válido para una diversidad enorme de infancias, porque para sorpresa de nadie, los chicos y chicas no son todos iguales.

Sinceramente toma tiempo, dedicación y mucha energía hacerse estas preguntas, reconocer errores y tratar de incorporar nuevas formas de ser mejor ejemplo, apoyo y refugio para nuestros hijos. Yo sé que no hay una única buena manera de criar personitas o recetas mágicas, pero puedo reconocer miles de formas espantosas y negligentes de hacerlo y las consecuencias que una crianza plagada de carencias, de faltas de amor sano, de contención, de límites saludables y sobre todo de respeto significan. Si pienso un poco más en la varita mágica que me gustaría tener, además de pedir más paciencia para mí, quisiera también que los adultos a cargo de otras infancias puedan también tener a su alcance las herramientas y el andamiaje necesario para criar de la mejor manera posible a los futuros adultos del mundo.

Otro día, en otro post y con un poco más de energía escritora (maybe next year), puedo aclarar que una buena crianza no tiene como fin nenes calladitos y quietitos, nenas obedientes y tranquilas o criaturas que “saben comportarse en público”, whatever that means para los mismos que creen que está bien escuchar música sin auriculares en el transporte público, romper el McDonald’s del obelisco cuando algo no les gusta o algo les gusta mucho, hablar en el cine, tirar las colillas de cigarrillo en el piso, o adelantarse por la banquina en Panamericana un domingo a las siete de la tarde.

Leap «Off» Faith

De todos los aspectos inesperados de ser padres, una de las cosas que más me sorprendió, o que más nos entusiasma a Capitán Considerado y a mí, es la de tratar de explicarle a esta personita que hicimos, en qué consiste el mundo. Para mí es la mejor parte del viaje, comparable a explicarle a un extraterrestre en qué consiste la vida en la tierra. Nos obliga a replantearnos muchas cosas que hacemos o creemos sin razonar y a verlas desde los ojos de alguien para quien todo es nuevo y hay millones de cosas por descubrir.

El Capitán y yo estamos siempre en la misma página con esto de la crianza, con algunas diferencias en el cómo, pero siempre de acuerdo en el qué. Una de esas cuestiones es criar a Mordelón fuera de los dogmas tradicionales, entre ellos la religión. El mundo y el universo en el que vivimos no pueden experimentarse ni escudriñarse bajo una sola postura o creencia. Si fuera así, no seríamos todos tan diferentes y definitivamente sería aburridísimo.

Reflexionando acerca de esta esta idea, concluimos que si bien no vamos a inculcarle una religión, sí vamos a tener la responsabilidad de enseñarle que las personas tienen distintos sistemas de creencias, y que no todos tienen la tolerancia necesaria para aceptarlo o entenderlo del mismo modo. Incluso, a lo largo de nuestra historia, tener ideas contrarias o transgresoras a ciertas doctrinas nos han llevado a librar guerras y matarnos unos a otros (aún en pleno siglo XXI). La conclusión que este análisis me deja es que tener otras ideas en disonancia con las creencias de los demás (que por definición son presunciones no comprobables) es estar «en contra».  Es curioso, uno es libre de creer en lo que quiera, pero para muchos eso significa estar convencidos de tener la verdad absoluta sobre todo lo demás, sin dudar ni por un instante, que quizás todos estamos equivocados. Algunos hasta son capaces de llevar esto a extremos y recurrir a la violencia o a la estupidez para probar que son fieles a sus convicciones o a su fe. La fidelidad o devoción no son atributos positivos en sí mismos y están siempre atados a otros aspectos modificadores. Uno puede estar muy convencido de algo, lo que no quita que esté equivocado. Ese autoritarismo y arbitrariedad, son de los obstáculos más importantes que debemos superar como humanidad, y seguir criando a las futuras generaciones con estas ideas anticuadas, no nos va a ayudar.

termodinámica
Jovencito, en esta casa obedecemos las leyes de la termodinámica.

Cuando contamos que Mordelón no está bautizado o que en casa no hacemos toda la pantomima de los personajes benévolos que dejan regalos a escondidas, nos preguntan:  «¿no le vas a enseñar valores y a ser buena persona? Le estás quitando valores, ilusiones lindas y magia».  En mi experiencia, los libros sobre los cuales se rigen las principales religiones del mundo, son solo edictos milenarios tergiversados, plagados de contradicciones y utilizados mayormente como armas para mantener a las masas a raya, aniquilarnos entre nosotros y perpetuar la ignorancia y la obediencia. Sobre todo porque en el momento en el que fueron escritos y re-escritos, existían pocas herramientas educativas. No niego que no haya enseñanzas o moralejas valiosas en, por ejemplo, la biblia, pero también las hay en el Quijote de Cervantes y es una obra completamente ficticia (y mucho mejor escrita). There is power in words, pero la moral, la empatía, la generosidad, la tolerancia, la solidaridad y la gratitud no son consecuencias exclusivas de la religión. También se puede llegar a los mismos resultados a través de una crianza respetuosa de la diversidad que hay en el mundo y de la individualidad y curiosidad.

Sabemos que vamos encontrarnos con momentos difíciles cuando, por ejemplo, otros nenes hablen de lo qué les regaló Papá Noel y él les cuente que los regalos se los hacemos nosotros. Lo delicado de esta cuestión es que él a su corta edad no tiene por qué hacerse cargo de sostener las fantasías (sinónimo de engaño) que otros adultos deciden para sus hijos, pero al mismo tiempo no tiene el ¿derecho? de arruinarles el chiste si es lo que otros papás eligen decirles a sus niños. Me parece demasiada responsabilidad para un nene de 3 años, pero también me parece espantoso e innecesario engañarlo de esa forma. El entusiasmo, la magia y las fantasías se las puedo dar igual con millones de libros y películas, sin necesidad de que se sienta traicionado y sin insultar su inteligencia.

No me preocupa la clase de persona que va a ser mi hijo, o mejor dicho, claro que me preocupa y por eso justamente, después de mucho análisis e investigación al respecto, (porque en esta casa además de las leyes de la termodinámica, valoramos el razonamiento y la evidencia científica), pensamos que esta es la mejor forma que tenemos a nuestro alcance. Es increíble esta aventura de volver a jugar y volver a descubrir el mundo junto con Mordelón. Conforme pasa el tiempo, nuestro marcianito nos muestra que es una personita dulce, empática, solidaria y considerada (como su papá), y que quizás una crianza libre de doctrinas y religión no sea el camino más errado.

Also:

  • Papá Noel es un personaje muy turbio. En retrospectiva, es un viejo prejuicioso que trabaja una vez  al año y que te deja regalos solo si te portás «bien» de acuerdo a sus estándares. O sea, es una herramienta extorsiva. Encima era medio flojito de moral porque mi vecinita, que me robaba las muñecas y le ahogó el hámster al hermano, recibía bicicletas y Barbies. Y a mí, que no cometía asesinatos ni hurtos, me traía bombachas rosa.
  • Otras cosas que decidimos no inculcarle son: el nacionalismo, los horóscopos, supersticiones, el fanatismo en los deportes o la política y esa idea de que si deseás algo con todas tus fuerzas, el universo (que es el ente más indiferente del mismo) te lo concede. That’s just plain silly.

 

Tethered

montt

Una de las realidades que más me impactó de ser mamá me cayó un día mirando capítulos viejos de Friends. Carol, Susan y Ross estaban en una clase de pre-parto y Carol estaba con un entendible ataque de «todo muy lindo, pero yo ni a palos hago eso» después de haber visto el video de un parto real. Susan la calma diciéndole que se concentrara in the big picture, que el parto era solo un día y que después iba a ser mamá para siempre. Esta de verdad es una de las cosas para las que menos estaba preparada, y sé que parece una obviedad. Posiblemente sea porque ser mamá no fue algo que busqué activamente en ese momento. Por el contrario, hice todo lo posible para que esta fuera una decisión informada y consciente. Quería tiempo para prepararme, pero la industria farmacéutica, la naturaleza y la falta de herramientas que tenemos las mujeres para decidir sobre nuestro cuerpo, se interpusieron.

Hace algunas semanas conversaba con un nuevo amigo y me preguntaba si ser padre / madre significaba perder protagonismo en tu propia vida, y si eso es bueno o malo. No sé si se pierde protagonismo, pero sí se pierde bastante libertad. Y no libertad en el sentido de que ya no me puedo escapar a Bora Bora de un momento a otro, sino de que de ahora en más y por lo que espero sea el resto de mi vida, todo lo que haga directa o indirectamente va a ser en función de esta persona que traje al mundo. No creo que eso esté mal, si es algo que se elige a conciencia. Pero sí es algo que me asusta, o me da vértigo. Más allá de los errores que seguramente voy a cometer tratando de cuidarlo y de darle todas las herramientas, hay muchas cosas que están muy fuera de mi alcance y que no solo me preocupan por mi bebé, sino también por todos los niños del mundo. A veces me asusta ver que los adultos de hoy (incluyéndome) tengan a cargo la crianza de las nuevas generaciones. Hasta ahora eso no viene funcionando del todo bien, qué quieren que les diga.

Sin embargo, la humanidad ha prosperado así. Bueno, más o menos. Lo que quiero decir es que la humanidad ha sobrevivido a fuerza de gente que no tiene idea criando generaciones futuras (o peor, a fuerza de gente que está convencida de que tiene mucha idea y de que esa idea es la única postura válida) y acá estamos. Todavía no nos extinguimos y los psicoanalistas tienen bocha de trabajo.

myfavoritejoke
What do you mean, ‘if’?

Más allá de las décadas que voy a pasar sin dormir, de lo que el embarazo, la lactancia y el puerperio le hayan hecho a mi cuerpo, y de todos los momentos maravillosos y sorprendentes que voy a atravesar, hay algo que no va a cambiar nunca: siempre voy a estar preocupada por mi hijo. Siempre. Me pregunto de dónde viene esta preocupación que me llena de angustia y de cierta nostalgia ¿Será biológica? ¿Instintiva? ¿Es sólo producto de mi neurosis y esto en realidad no le pasa a todo el mundo? Es un desasosiego desconcertante.  Esta personita a quien amo hasta el cansancio va a estar siempre en mi cabeza nublando mi juicio, dándole forma a mi día y afectando todas mis decisiones. Absolutamente todas.

Yo no me sentía para nada preparada para traer a alguien más al mundo, claramente. Además de mantenerlo vivo (yo, que se me mueren hasta los cactus) tengo la responsabilidad de enseñarle a conducirse en el mundo, de enseñarle la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, de ayudarlo a desarrollar todo su potencial sin que se haga daño. Él es mío, pero al mismo tiempo no.  Es una sensación muy vertiginosa, y lo noto más con el paso del tiempo, con lo rápido que dejó de ser un bebé a pesar de que los primeros meses parecían interminables, y con la repentina comprensión de mi propia mortalidad.

Supongo que con los años me iré ajustando mejor a mi nueva realidad de estar atada por un hilo invisible que me tira cada vez que me alejo un poquito. Y sé que lo máximo a lo que puedo aspirar es a disfrutar todo el tiempo que podamos compartir juntos, los tres, tratar de darle todas las herramientas a mi alcance y esperar que pueda aprovechar al máximo lo que la vida tiene para ofrecer para que sea feliz y contribuya a hacer del mundo un lugar mejor. Es una felicidad desesperantemente trepidante. Y no la cambiaría por nada.

(Cosas que no entraban en un solo paréntesis)

  • Me pasé los últimos 6 meses del embarazo mirando Friends desde la primera temporada y por eso ahora Orión cada vez que escucha la presentación, viene corriendo se queda tildado mirando con cara de «esto lo conozco, ¿pero de dónde…? Is that the song of my people?»
  • Ross y yo tuvimos la misma reacción después de las palabras de Susan.
  • El pasaje con la broma en inglés es del cuento «La historia de tu vida» («Story of Your Life«) de Ted Chiang. Que no puede más de genial.
  • Lo que más me emociona y reconforta de mi vida como adulta responsable y de toda esta felicidad es tener a Capitán Considerado en el mismo barco. Yo no sé cómo voy a resultar yo como mamá, pero de lo que sí estoy segura es que Orión tiene al mejor papá del mundo. ❤

All Things Mommy

Esta gente nunca educó a nadie antes
Esta gente nunca educó a nadie antes

Tardé unos 6 meses en sentarme a escribir y terminar esta entrada. Generalmente porque cuando por fin podía sentarme frente a la compu y abrir WordPress, me daba cuenta de que eran las 3:15 a.m. y al día siguiente (o en un rato más) tenía que estar más o menos lúcida para seguir con mi rutina de traductora / intérprete-oficinista-cocinera experimental -novia-hermana y ahora mamá. Cosa que finalmente resulta casi imposible porque el bebé ahora se despierta mucho de noche y hace practicamente un año que mi cerebro funciona con menos de 5 horas seguidas de descanso. Y bien digo un año porque intentar dormir decentemente con una panza de 7 meses is not a task for the faint.

Antes de seguir quiero pedirle un pequeña disculpa a la madre naturaleza, porque aunque no esté de acuerdo con los métodos reproductivos que ideó para nuestra especie o lo awkward y potencialmente ineficiente que me resulta el funcionamiento de la anatomía femenina, tengo que agradecerle que me haya mantenido viva y relativamente cuerda con el cerebro a media máquina. Por lo menos hasta ahora.

Una vez hablé de todos los roles que nos tocan cumplir a lo largo de nuestra vida. Honestamente nunca pensé que me fuera a tocar este. Es como cuando te toca el papel principal en una obra de teatro de la que habías escuchado hablar un montón y que aparentemente era un éxito, pero que ni a palos te veías yendo a ver. Y ahí estás, en el escenario, sin guión, a oscuras y con un mini director a los gritos que no sabe pedirte lo que quiere, pero que necesita que lo hagas ya. Yo por suerte comparto el protagónico con otro chico que a veces está tan perdido y aturdido como yo, pero que no duda en salir front and center a pilotear las exigencias que balbucea el mini director.

Cuando estaba embarazada, me cansé de escuchar que me dijeran con un optimismo casi compulsivo «El bebé te va a cambiar la vida». La maternidad más que cambiarnos la vida nos modifica y renueva de un modo violento, pero debajo de todo lo nuevo una sigue siendo más o menos la misma persona. Y creo que eso es lo difícil y lo más impactante de este nuevo rol: que nos deja lejos de lo que una conocía de sí misma, y deja la individualidad en otro plano al que cuesta mucho volver. Y sí, pasás a ser una persona nueva, pero no una persona que necesariamente reconozcas como vos.

Todavía me cuesta encontrarme en esta versión mía que no puede dejar de sacarle fotos al bebé cada vez que hace algo remotamente nuevo, que reniega de la burocracia sanitaria del país porque hay faltante de vacunas, y que cuando va a Farmacity se demora boludeando en la góndola de pavadas para bebés. Me cuesta porque aún en pleno siglo XXI, la maternidad no se percibe únicamente como la relación que tenemos con nuestros hijos, y en cambio se la ve como un estilo de vida, o una identidad con exigencias y expectativas que eclipsan todo lo demás en la vida de una mujer.

Mi experiencia hasta ahora, y sobre todo mi propia madre, me dicen que de a poquito se van a ir prendiendo más luces en el escenario. Entre acto y acto voy a ir aprendiendo a descifrar (no sin equivocarme) qué dice el guión y que hay que hacer y decir para mantener sano, feliz y sobre todo vivo al mini director; sin renunciar a la mujer que era ni a la que quiero ser, y pudiendo sentime a gusto en todos los otros roles que quiera interpretar.

Didascalias

Creo que la peor parte de este papel y de esta obra, es que en el público son todos críticos.

De forma muy siniestra, Farmacity se las arregla para quedarse con buena parte de mi sueldo sin importar en qué etapa de la vida me encuentre.

http://www.youtube.com/watch?v=WQlImg2bm28