You should get out of your head, it’s really nice out here

A veces me olvido de lo mucho que me gusta escribir en este blog, pero está bien irse porque siempre vuelvo. Es lindo volver a este espacio que siempre es igual, resulta reconfortante… como la sensación que da encontrar haciendo zapping esa peli q no nos cansamos de ver, o ponerte una campera que hacía mucho que no usabas y encontrar plata, o ir caminando por Bv. Oroño y encontrarte con ese amigo que hacía tanto pero tanto tiempo que no veías y tener la sensación de que no pasó un solo día en el medio. Awesome.

Han sido días distintos, algunos más difíciles, otros no tanto…y en el medio, hubo un taxista  muy elocuente que en el trayecto de Belgrano a Retiro me dijo una frasecita que se ve que me tocó alguna fibra sensible, porque voy explotarla en los próximos renglones. Me hizo notar lo terriblemente ensimismadas que vivimos en nuestra mayoría las mujeres y lo mal que la pasamos así. A decir verdad y mirándolo desde lejos, no son muy frecuentes las veces que tenemos conversaciones que de una forma u otra no involucren una queja. Igual tengo que admitir que quejarse, es algo que nos sale como un acto reflejo…y es casi tan difícil de contener como no cerrar los ojos para estornudar. Pero según me explicaron el otro día, aparentemente yo no aprendí muy bien como funcionan las cosas entre mis congéneres por lo que advierto que in no way soy un punto válido de referencia a ser tenido en cuenta cuando se trata de leer al género femenino. Así quedó demostrado en varias oportunidades.

El caso es que -para variar- me encontraba en conflicto con algunos supuestos que hasta hace algún tiempo para mí eran certezas. Estaba desilusionada y un poco desorientada respecto al porvenir de algunas amistades y de mi cuore que se acababa de exponer de la manera más ridícula sabiendo que lo que venía después iba a ser un amable «Thanks, but no thanks».

No sé si fue mi cara de angustia (por decirlo así de elegante) lo que incentivó al taxista a querer sacarme conversación. Debo aclarar que los taxistas están en mi top 3 de profesionales que no deberían intentar tener conversaciones mientras hacen su trabajo, justo después de las depiladoras y los radiólogos. Cuestión, que muy a pesar de mi pet peeve respecto a los taxistas decidí ser amable y hablar del clima, del censo y de lo mal que manejan los porteños… En eso el señor (que no era tan mayor) me cambió de idioma sin aviso ni permiso y me preguntó «So why are you so sad princess?»; y superado mi asombro ante el repentino cambio de tema/tono/idioma y el perfecto acento australiano del taxista le mentí con una sonrisa en el retrovisor diciéndole «I’m not sad».

De a poco el viaje se transformó en una mini sesión de diván respecto a mi ¿vida amorosa? (ja) y una disertación acerca de que nadie entiende a las mujeres porque básicamente nadie entiende lo que es ser mujer. Para el taxista…(a quien a esta altura le vamos a decir Manuel, total ya estamos en confianza); para Manuel, las mujeres, y sobre todo las mujeres jóvenes como yo- no hacemos otra cosa que quejarnos, pelearnos, armar dramones ficticios y vivir miserablemente por nimiedades que los hombres ni siquiera registran- como la celulitis o las puntas florecidas. Yo lo dejé que hablara. Manuel dijo esa obviedad que dicen los hombres cuando hablan de como serían si hubiesen nacido mujeres: Créanme que no se lo bancarían…como dijo Simone de Beauvoir «no se nace mujer, se llega a serlo» y estoy segura de que uds también vivirían en perpetua queja si en la historia de la humanidad nadie les hubiese dejado una receta o un mapita para llegar a ser mujer y creo que he aquí el quid de la cuestión: No existe una sola definición de mujer que satisfaga este interrogante.

No me gustan los lugares comunes a lo José Narozky que dicen que a las mujeres no hay que entenderlas, hay que quererlas…Todo muy lindo José pero yo no quiero ser una incomprendida. A los perros también se los quiere y sin embargo nadie los entiende. Y en el amor (al menos al que aspiro)  la admiración y el respeto tienen mucho que ver y eso solo se logra entendiendo y conociendo las intenciones de la otra persona con inteligencia no con resignación. No sé si podría enamorarme de alguien a quien no entendiese…pero no quiero pecar de presuntuosa, porque supongo que puede pasar.

Volviendo a Manuel y después de discrepar y congeniar durante $42 pesos de viaje, mientras bajaba del taxi me dijo: «You should get out of your head and stop worrying about things like petty little girls and silly men. It’s really nice out here» (Deberías salir de tu cabeza y dejar de preocuparte por pendejitas rayadas y zoquetes…acá afuera está re lindo) Supongo que en esto tiene razón, después de todo no quiero tener que reprocharme en unos años haberme pasado la juventud preocupada por lo que en el futuro y desde lejos van a parecer pavadas. Saliendo un rato del monólogo quejumbroso que estoy acostumbrada a escuchar cuando no estoy enchufada al ipod y dejando de lado la lista mental de insatisfacciones …it’s not so bad (Parece cinismo pero no eh? I mean it)

Lo anoto porque sino después me olvido:

Por qué me molesta que las depiladoras me hablen mientras me depilan no hace ni falta que lo aclare: I’m in pain, just shut up. Y lo de los radiólogos es un desvarío mío…

Me da fiaca ponerle tags a los posts…eventualmente lo haré

Un grande Manuel, único taxista porteño bilingüe con acento australiano.

Este finde escuché un muy buen cover de este tema que no he podido sacarme de la cabeza…se los dejo para acompañar la lectura del post