Not a Houseplant

Grow de Jennifer Hom

Tengo muy latente el recuerdo de una escena de la primera película de Sex & The City en la que Carrie Bradshaw se mete en la cama con Big con el libro «Love Letters From Great Men, Vol. I». Carrie le cuenta a Big que está investigando para escribir su nuevo libro, porque antes escribía acerca de la búsqueda del amor y ahora quería escribir acerca de qué pasa cuando finalmente el amor llega. La escena es ridícula, como toda la franquicia, sobre todo la parte en la que aparentemente esta señora duerme con un collar de perlas y se casa con un perverso narcisista como Big. Sin embargo esa distinción en el enfoque acerca del amor siempre me hizo eco, al igual que el hecho de que Carrie está convencida de haber encontrado «el amor» con el ególatra manipulador con el que está obsesionada.

Este blog también nació en plena búsqueda del amor, y creo que en menor o mayor medida, contribuyó bastante a que me lo chocara de frente. Es extraño volver sobre mis ideas del amor de hace casi 12 años, expresadas en excrutiating detail en este mismo espacio y descubrir que esas ideas o conceptos cambiaron bastante. Alguna vez dije, o me olvidé de decir, que era de las que creían fervientemente que a las relaciones había que «regarlas» todos días como una plantita, para que sobrevivan y crezcan. Para sorpresa de nadie, los conocimientos de jardinería resultaron ser insuficientes a la hora de aplicarlos para sostener una relación adulta y saludable. En primer lugar, porque el objetivo de una relación no puede ser básicamente no morirse, y sobre todo porque valoro mucho más la calidad que la cantidad, en casi todos los aspectos en los que esa frase es válida. Supongo que por eso nunca festejé los aniversarios hasta ahora que estoy casada, porque la cantidad de meses o años juntos no reflejan necesariamente el éxito de una relación, y por otro lado, pasar mucho tiempo junto a la misma persona no es mérito si esa relación está basada en la dependencia y si no la disfrutan ambas partes.

Esta reflexión me hizo pensar acerca de porqué las personas forman relaciones románticas, y sobre las expectativas que aprendemos desde chiquitos que entorpecen mucho esta búsqueda, muy desde el comienzo, con ideas de almas gemelas, de otros que nos completen, de mantener estructuras sociales vigentes (casarse, tener hijos, una mesa de domingo al mediodía llena de nietos), de no estar solos y hasta de encontrar «la felicidad». Hoy ninguna de esas razones me parece lo suficientemente sensata para comenzar, sostener o estirar una relación con nadie, porque pone el 100 % de nuestro bienestar y satisfacción en otra persona, con sus propios deseos e ideas.

Estos modelos de relaciones dan lugar a la dependencia donde necesitamos de la otra persona para estar bien y sentirnos bien con nosotros mismos y la dependencia no es amor. Poner todas nuestras necesidades o felicidad como responsabilidad de otro es una de las cosas más insensatas e irresponsables que podemos hacer, porque tenemos absolutamente cero control sobre los demás. No quiero decir que uno tiene que ser egoísta y mandarse a mudar cuando la persona con la que estamos no se acerca a nuestra idea de pareja feliz, porque en muchas ocasiones esas falencias tienen todo que ver con nuestras expectativas y la forma en la que expresamos esas expectativas o deseos. Lo que creo que estoy tratando de decir es que si para tener una relación feliz necesitamos tener el control sobre otros, cualquier intento para ejercer ese control contamina la relación: sean celos, manipulación, dependencia, soportar o imponer situaciones enfermizas, y hasta acumular rencor.

Ahora, ¿de grande?, me sorprende mucho la falta de educación emocional con la que transitamos en el mundo, y de cómo muchas de las cosas que aprendemos a desear e idealizar tienen poco que ver con entablar y sostener relaciones saludables con otros. Creo que esto no es únicamente válido para las relaciones románticas, también sucede en otros ámbitos afectivos. Creamos una expectativa que el otro debe cumplir para «darle» nuestro amor (o amistad) y nuestro tiempo, cuando en realidad no es trabajo ni obligación de nadie hacernos felices.

Es muy difícil cambiar el paradigma , o cambiar la forma en la que vemos y nos percibimos en una relación. Porque del mismo modo, tampoco está bien contorsionarnos y permanecer en una situación que nos hace infeliz para no decepcionar a otro, y ni hablar si eso pone en riesgo nuestra integridad física y nuestra salud mental.

No tengo una receta o instrucciones sobre cómo funcionan las relaciones sanas, hay otra gente mucho más idónea y definitivamente más capacitada que yo para dar ese tipo de consejos. Puedo distinguir bien de qué situaciones hay que huir despavoridos y sé lo que funciona para mí y para #capitánconsiderado, habiendo recorrido cierto camino para llegar a esta relación que esperamos poder disfrutar durante mucho tiempo. Así que no sé si lo mismo que hasta ahora funciona entre nosotros, funcionaría para otros, o si esto mismo que hacemos, funcionaría si estuviésemos con otras personas. Las relaciones sanas no suceden solas, no se trata de estar con la persona correcta y nada más, se trata bastante más de trabajar de a dos para sumar a la vida del otro.

Que no sea trabajo nuestro o trabajo de otro hacernos feliz, no significa que sumar a la felicidad de la persona a la que amamos no sea fundamental para disfrutar de una relación. El amor es tanto intención como acción, y la complicidad y la confianza son la base de cualquier relación gratificante, pero también es esencial que esa felicidad sume a una felicidad producto del amor propio de cada uno, y no que llene el vacío de algo que falta.