All Things Mommy

Esta gente nunca educó a nadie antes
Esta gente nunca educó a nadie antes

Tardé unos 6 meses en sentarme a escribir y terminar esta entrada. Generalmente porque cuando por fin podía sentarme frente a la compu y abrir WordPress, me daba cuenta de que eran las 3:15 a.m. y al día siguiente (o en un rato más) tenía que estar más o menos lúcida para seguir con mi rutina de traductora / intérprete-oficinista-cocinera experimental -novia-hermana y ahora mamá. Cosa que finalmente resulta casi imposible porque el bebé ahora se despierta mucho de noche y hace practicamente un año que mi cerebro funciona con menos de 5 horas seguidas de descanso. Y bien digo un año porque intentar dormir decentemente con una panza de 7 meses is not a task for the faint.

Antes de seguir quiero pedirle un pequeña disculpa a la madre naturaleza, porque aunque no esté de acuerdo con los métodos reproductivos que ideó para nuestra especie o lo awkward y potencialmente ineficiente que me resulta el funcionamiento de la anatomía femenina, tengo que agradecerle que me haya mantenido viva y relativamente cuerda con el cerebro a media máquina. Por lo menos hasta ahora.

Una vez hablé de todos los roles que nos tocan cumplir a lo largo de nuestra vida. Honestamente nunca pensé que me fuera a tocar este. Es como cuando te toca el papel principal en una obra de teatro de la que habías escuchado hablar un montón y que aparentemente era un éxito, pero que ni a palos te veías yendo a ver. Y ahí estás, en el escenario, sin guión, a oscuras y con un mini director a los gritos que no sabe pedirte lo que quiere, pero que necesita que lo hagas ya. Yo por suerte comparto el protagónico con otro chico que a veces está tan perdido y aturdido como yo, pero que no duda en salir front and center a pilotear las exigencias que balbucea el mini director.

Cuando estaba embarazada, me cansé de escuchar que me dijeran con un optimismo casi compulsivo «El bebé te va a cambiar la vida». La maternidad más que cambiarnos la vida nos modifica y renueva de un modo violento, pero debajo de todo lo nuevo una sigue siendo más o menos la misma persona. Y creo que eso es lo difícil y lo más impactante de este nuevo rol: que nos deja lejos de lo que una conocía de sí misma, y deja la individualidad en otro plano al que cuesta mucho volver. Y sí, pasás a ser una persona nueva, pero no una persona que necesariamente reconozcas como vos.

Todavía me cuesta encontrarme en esta versión mía que no puede dejar de sacarle fotos al bebé cada vez que hace algo remotamente nuevo, que reniega de la burocracia sanitaria del país porque hay faltante de vacunas, y que cuando va a Farmacity se demora boludeando en la góndola de pavadas para bebés. Me cuesta porque aún en pleno siglo XXI, la maternidad no se percibe únicamente como la relación que tenemos con nuestros hijos, y en cambio se la ve como un estilo de vida, o una identidad con exigencias y expectativas que eclipsan todo lo demás en la vida de una mujer.

Mi experiencia hasta ahora, y sobre todo mi propia madre, me dicen que de a poquito se van a ir prendiendo más luces en el escenario. Entre acto y acto voy a ir aprendiendo a descifrar (no sin equivocarme) qué dice el guión y que hay que hacer y decir para mantener sano, feliz y sobre todo vivo al mini director; sin renunciar a la mujer que era ni a la que quiero ser, y pudiendo sentime a gusto en todos los otros roles que quiera interpretar.

Didascalias

Creo que la peor parte de este papel y de esta obra, es que en el público son todos críticos.

De forma muy siniestra, Farmacity se las arregla para quedarse con buena parte de mi sueldo sin importar en qué etapa de la vida me encuentre.

La letra chica

No hay nada que te prepare para lo que te va a pasar. Si bien el género femenino colectivamente, desde el inicio de los tiempos ha pasado por lo mismo una y otra y otra y otra y otra vez, no hay libro, película, serie, revista ni publicidad emotiva de pañales que te de una mínima idea de lo que te va a pasar.

El punto es que durante mucho mucho tiempo, muchísima gente (no necesariamente mujeres) ha hablado maravillas del milagro de la vida, de lo privilegiadas que somos las mujeres porque podemos crear vida, y todos esos clichés acerca del embarazo que están dispuestos a creer y hacerle tragar a cualquier persona con útero.

La verdad es que yo no sentí nada de eso. No me malinterpreten, estar embarazada fue una experiencia enriquecedora y es un momento muy especial en la vida de cualquier mujer, pero seamos honestos, también es un proceso muy engorroso, incómodo y downright raro, y si no me creen busquen la etimología de la palabra «embarazo».  Así creo que es hora de crear conciencia acerca de la letra chica, no para asustar ni desalentar a nadie, sino para tener una perspectiva más realista de los términos y condiciones que implican traer nueva gente al mundo.

Fisiológicamente, la pasás mal, es lo menos práctico y elegante. Pasando más o menos el cuarto mes (o semana 20), después de que pudiste dejar de lado el Reliverán y empieces a guardarte Milantas abajo de la almohada, no va a haber una sola situación en la que te sientas, sexy o elegante.

Emocionalmente, no entendés nada, y pasás de la euforia más pura derechito al llanto, sin saber bien por qué. Las hormonas son una cosa espantosa que controlan tu vida sin que puedas hacer nada para apagarlas o para tratar de actuar como una persona racional.

Psicologicamente, don’t even get me started. El cerebro muchas veces decide apagarse y terminás haciéndole seña al subte para que pare, buscando las llaves que tenés en la mano hace 20 minutos y calentando las empanadas en el freezer .

Estar embarazada, como me dijo mi obstetra, es lo más parecido a estar invadida por un parásito durante todas las semanas que dure la gestación. Ese pequeño sea monkey te va a drenar la energía, las vitaminas, proteínas, la sinapsis, el sueño….todo, a medida que te estira a proporciones que finalmente logran que no puedas agacharte ni a atarte los cordones (not kidding).

El ombligo se transforma en un recuerdo muy distante a esta altura.

Pero todo eso que te quita de a poquito durante 9 meses, te lo devuelve con un tsunami de oxitocina y dopamina en el momento en el que lo ves y te mira por primera vez. Detrás del cansancio, los pantalones que ya no te entran, y los meses sin dormir que se vislumbran por delante, hay un enanito que te enamora casi instantáneamente y que estás sumamente feliz de que esté en tu vida.

Sí, la naturaleza debería aggiornarse y hacer este proceso un toque menos espantoso y doy gracias por haber nacido en este siglo lleno de analgésicos y medicina moderna. Pero hay que reconocerle que tiene su manera de recompensarte y hasta de convencerte de que estarías dispuesta a pasar por todo de nuevo.

 

Algunas cláusulas adicionales:

Después del embarazo sigue el puerperio…que es como una niebla que lo cubre todo durante al menos los 3 meses siguientes. El tiempo no existe, es lo mismo un martes a la tarde que un viernes a la madrugada, dormir cuando estás cansada ya no es una opción y los pechos cobran un protagonismo que definitivamente no esperabas. En el puerperio las hormonas son más unkind  y hasta peinarte o hacerte una tostada es un desafío.

Es importante no perder de vista que somos una sumatoria de procesos químicos y que eventualmente todo el desbarajuste hormonal se acomoda y en algún momento esa versión de vos misma que cada tanto extrañás empieza a volver de a poquito.

Cuando el bebé empiece a moverse en la panza, te vas a acordar seguido de la película Alien. It’s the weirdet feeling ever.

 

 

 

Hijito a cassette

mafalda_cassette

Si tengo que ser muy honesta, todavía no entiendo nada. Me invade una sensación de pánico y asombro que me resulta muy difícil de describir y de asimilar. La naturaleza es muy extraña…y muy insensible también. Este es uno de esos momentos de desilusión y desesperación porque nada es como lo pintan en las películas o las propagandas de pañales. Como cuando descubrí que detrás de su magia Papá Noel escondía todo un sistema capitalista-consumista, pero que al final igual hay regalos. Estar embarazada tiene poquísimo de mágico y muchos momentos de «a quién se le ocurrió que estar embarazada era milagroso», pero al final también hay regalos (y descendencia genética). Debo aclarar, que particularmente, mi cuerpo es lo más comparable a un monoambiente refaccionado con bajo presupuesto donde apenas entraba yo, así que se está haciendo difícil convivir de a dos. Me dijeron que ya pasó lo peor (igual siento que hay algo que me están ocultando)

Repito que la naturaleza es muy extraña, y que a esta altura, después de casi 30 años de haber nacido mujer, dudo que el título de «Madre naturaleza» sea el más apropiado para este ente al que, o bien le faltaron unas cuantas materias para recibirse antes de largarse con el diseño de la anatomía femenina o simplemente nos odia.

Debo admitir que tenía mis reservas acerca de traer gente nueva al mundo, no sólo porque me hubiese gustado traerlo a un mundo donde al menos no nos matemos y torturemos unos a otros por cosas que no entendemos, sino que además, me pesa y me aterra la responsabilidad de tener que educar y criar a un futuro ciudadano del mundo bajo mi propia experiencia y mis conceptos de lo que está bien y está mal, porque no entiendo nada y no sé ni por donde empezar.

Por fortuna, cuento con un superhéroe en casa, que lo primero que me dijo cuando me vio horrorizada de alegría ante nuestra nueva situación fue «esto va a ser una aventura, vas a ver. Vino un poco antes de lo planeado pero somos nosotros dos, no tiene porqué no ser divertido.»  Así que prefiero creer que en lugar de estar trayendo gente nueva al mundo para sumar al caos, quizás estamos trayendo ayuda para sacarnos un poco de este lío. O al menos así va a ser teniendo a Capitán Considerado de mi lado que además, como superhéroe organizado que es, ya consiguió el manual de instrucciones para que esto no nos tome tan desprevenidos.

Veremos entonces qué (o quién) sale de todo esto. Mientras tanto, me dedico a pasar las últimas 8 semanas (o últimos dos meses para quienes no hablan en sistema-métrico-embarazada) sintiendo cómo tengo una casi-persona que parece no encontrar posición cómoda y cuya agenda diaria consiste en patearme las costillas, tener hipo y practicar pasos de breakdance en mi útero.

Todavía no sé si esto es «lo más lindo que puede pasarle a una mujer» si bien cada tanto las hormonas hacen lo suyo tratando de convencerme de que la lumbalgia y la gravedad aumentada son parte de la magia, todavía me despierto a la mañana y lo primero que pienso es «Uy, cierto que estoy re embarazada».

Some other perks:

  • Durante estos últimos meses comprobé que el mito de Pregnancy Brain es algo muy tangible, porque las hormonas te apagan un poco el cerebro: le hice seña al subte para que parara, le dije a un cliente por mail que «lo quería mucho», puse a calentar las empanadas en el freezer y tuve episodios en los que buscaba desesperadamente cosas que obviamente tenía en la mano.
  • Si bien Capitán Considerado quiere el manual (y estoy haciendo todo lo posible por conseguirlo) yo quiero este libro.
  • Descubrí que ponerle nombre a una persona (y ponerse de acuerdo con otra) es muy muy difícil, pero en el camino encontramos un montón de nombres geniales para nuestras futuras mascotas.

Multiverso

A mí me preocupa la multiplicidad de universos. Bueno…No, no me preocupa, me intriga y me da una impotencia terrible, hija de la curiosidad, porque estoy atrapada solamente en este, y no tengo ni una ventanita para ver en qué andaran mis copias, o dónde estaría si en lugar de haber subido por el ascensor, hubiese ido por las escaleras

Escuché alguna vez, en alguna parte, esta teoría que dice que cuando tenemos que tomar una decisión, ya sea entre té o café a la mañana, el universo se divide entre las opciones posibles y en una línea elegimos el té y en la otra el café, y de ahí se desencadenan todas las posibilidades que nacen a partir de esa sola acción.

Ahora, multipliquen esa cantidad de sub-universos y súmenle los que nacen* a partir de las decisiones de los demás, que directa o indirectamente nos afectan (como el colectivero que cruza el semáforo en rojo, o ese médico traumatólogo demasiado soberbio para admitir que no sabía lo que estaba haciendo) No estoy segura de que mis neuronas me alcancen para poder entender claramente lo que todo eso implica y como se compondría esta multiplicidad, sobre la que no puedo hacer absolutamente nada, más que apenas imaginar que probable o improbablemente, en otro lado y en otro momento, todo lo que podría suceder, sucede (y se repite infinitamente).

Toda esta reflexión, que no hace más que provocarme mucho vértigo, nació del overthinking latente que se instala cuando tenemos que tomar pequeñas desiciones que pensamos que cambian todo. Esto lo observo mucho bajo la etiqueta de indesición o de miedo, y me puedo identificar, porque yo también recuerdo haber meditado durante más de dos horas si le mandaba o no un sms al chico que me gustaba para invitarlo a comer canelones a casa. Entonces me pregunto si estas mini desiciones que nos dan la impresión de  alterar determinantemente el curso de nuestras vidas realmente cambian algo. Fundamentalmente, me gustaría pensar que no, y que como describía Fredkin en su paradoja, mientras menos significativos sean los resultados de nuestras desiciones, más nos va a costar tomarlas.

Si alguna de mis copias me preguntara en qué clase universo me tocó existir, le contaría que este universo se rige por la ironía y por las casualidades (que a veces no son causa de nada, no todo tiene un porqué comprensible). En este universo las cosas que esperamos una vida llegan un año más tarde, o a veces 15 minutos antes que nosotros. En este universo, a Alemania le ganamos 4 a 2 un mes y medio después del mundial, el 107 pasa vacío cuando estamos a 10 metros de la parada, empieza a diluviar 3 cuadras después de haberte olvidado el paraguas en la oficina, el chico con el que no querías saber nada de nada termina siendo tu persona favorita en el mundo y la profesora que no te bancaste en tus 5 años de secundario es la que en la facultad decide si te recibís o no… I could go on.
Quizás, el solo hecho de que existan copias nuestras por ahí, a las que les sale todo bien y según lo deseado/esperado, pero que no somos nosotros, sea la ironía más grande de todas.

No me acuerdo si fue un poema de Dos Corazones o el horóscopo el que me dijo una vez que somos la suma de nuestras decisiones. Yo creo que más bien somos una ecuación compleja conformada por lo que elegimos, lo que dejamos pasar, las posibilidades que no están a nuestro alcance y que el resultado no es un una sola persona, sino más bien un entorno y un sistema infinito, muchas veces arbitrario, que da lugar a posibilidades nuevas y quizás a otros universos.

En otro orden de cosas:

A la mañana entre té y café, prefiero el mate o una Cindor, o un licuado.

El chico que me gustaba se terminó perdiendo los canelones, porque nunca vino.

Toda esta reflexión que no nos lleva a ningún lado, en realidad era una excusa para compartirles el video del principio.

 

Ni ahora, ni nunca

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Este blog no se olvidó de mí, y yo no me olvidé de él. Así que acá estamos, como si no hubiesen pasado tantos días en el medio. No creo que siga siendo la misma muchachita que empezó a escribirlo hace algunos años, así que este espejo seguramente refleje otras cosas.

Con frecuencia me sorprendo midiendo con una regla muy cortita la distancia entre el pasado y el lugar donde estoy hoy, que es impensado. Si llegara a tener la oportunidad de viajar hacia atrás en el tiempo y me contara a mi misma cómo terminaron (o continuaron) algunas historias me costaría bastante trabajo creerme. Pero mi regla es muy cortita y casi nunca me alcanza para entender cómo llegamos hasta acá. A veces la sensación del paso del tiempo se hace tan vertiginosa que siento que más que en el futuro, estoy en un universo paralelo, o perpendicular.

Esta experiencia comprueba el hecho de que no puedo estar segura de nada y que me voy a decir y desdecir, acertar y equivocarme varias veces sobre las mismas cosas. Es divertido, pero un poco desesperante también.

Así conocí al chico del que me enamoré, diciendo y desdiciéndome. A decir verdad, así conocí a todas las personas de las que me hubiese enamorado. Con lo cual, no estaba esperando que esta vez las cosas llegaran hasta acá. Irónicamente, a diferencia de las demás veces, en lugar de querer aferrarme, salí corriendo en la dirección contraria, como hubiese sido aconsejable en los casos anteriores, al grito de » ni ahora, ni nunca». Y no sé que tan convincente habrá salido mi legenderia huída porque él siguió viajando esos 600 kms para verme solo a mí, dejándome muy en claro que la distancia  y mis reservas, no eran un obstáculo si queríamos tomar un helado, pasear por el Jardín Japonés, o pasar todo el tiempo que nos toque juntos. En retrospectiva, resulté ser una jodida. Y como en el guión de una película predecible, o una canción de los Rolling Stones, dejando ir lo que no quiso ser, estoy con quien siempre quise estar: con ese joven Paul Newman que hace que me duela la panza de risa, todo el cuerpo del sexo increíble y el corazón, cuando está lejos.

En algún punto cruzamos un umbral, y nos hallamos del otro lado, casi en otra dimensión, donde actuamos muy distinto de nuestras intenciones o dichos y no nos damos bien cuenta cómo. Pero creo que así es enamorarse. No por eso me arrepentiría de las demás historias que me tocaron y de las otras personas que quise muchísimo. Me van a acompañar siempre.

Todo eso fue entretenido y desesperante, porque si de verdad pudiese hablarle a esa Girl de antes le diría que se deje llevar y que no se preocupe tanto por aferrarse a los brazos que terminan lastimándola. Curiosamente, como por una intersección inevitable y caótica de la casualidad y las leyes de la física, aparecí en los brazos correctos, ideales.

 

Some other stuff I meant to say:

I didn’t die, I just took a little break. And now I’m back.

Perdonen el nivel de serotonina y dopamina de este post, estoy contaminada y salpico para todas partes.

 

 

 

Superhéroe

The Doctor <3
Escribiría este post acerca de hombres reales y dejaría de andar con eufemismos ridículos like I’m 8, pero 1.) superheroes are cool 2.) quiero hablar del mío 3.) es mi blog y listo.

No entiendo como es que Disney no ha explotado esto de los superhéroes. Siempre nos ponían a los príncipes como el guapo del barrio del que había que enamorarse… pero los príncipes solo son príncipes porque sus papás son reyes, no porque sean principezcos y gallardos o valientes. No, los superhéroes son mejores. Además, nunca sabemos cómo les terminó yendo a esas pobres chicas después de que se casaron.

Estaba convencida de que no iba a salir nunca de mi escepticismo, que de verdad iba a costarme muchísimo enamorarme de nuevo, y que a esta altura, construir una relación romántica no era lo mío. Pero conocí (mejor) a Capitán Considerado y me tuve que guardar todas esas excusas de las que me vengo quejando básicamente desde que empecé a escribir este blog.

Capitán Considerado la remó en cemento, yo estaba muy distraída luchando con otros personajes, más parecidos a villanos que a héroes o príncipes. Pero él usó sus superpoderes conmigo muy sutilmente, porque de verdad no me di cuenta cómo o cuando pasó de ser «el muchacho que es mi amigo» al «muchacho que es mi novio».

Logró cosas que solo alguien con poderes sobrenaturales podría haber logrado: me amigó con mis piernas (hoy fui a clases de vestidito). Además puede materializar helado o chocolate a cualquier hora, me hace reir aunque esté muy enojada, construye fuertes de almohadas, y hace cientos de kilómetros por semana para venir a visitarme. ¡Ah! y me ayudó a superar el miedo a las películas con zombis, o a los zombis en general, for that matter.

Aunque al principio cada vez que él intentaba rescatarme yo salía corriendo, encontró la manera de hacerme saber que aunque no necesite que me salve, él me puede salvar igual. Que aunque pueda sola él igual quiere ayudarme.

No descubrí al hombre perfecto, porque detrás de la capa y el encanto, hay un muchacho que insiste en tender la cama con las sábanas al revés, que no me deja respetar ni una de las dietas que intento arrancar todos los lunes, que piensa que es legal andar despeinado en la vía pública y que cree la ropa se placha sola cuando te la ponés. Ni hablar de cómo me hace doler la panza cuando pronuncia cosas mal en inglés, deliberadamente, para ver cómo me enojo. ¬¬

Una amiga muy querida de este blog, allá cuando yo todavía le escapaba un poquito a los brazos del Capitán, me dijo: «en un tiempo, cuando te des cuenta lo genial que te sentís, y lo bien que estás, te vas a preguntar cómo fue que no empezaste a salir con este chico mucho antes».  Si bien PandOrita tiene la posta siempre, creo que para poder disfrutar de la relación con mi superhéroe tenían que terminar de pasar otras cosas. Heróicamente (y por suerte) él me tuvo una paciencia sobrehumana, y acá estamos.

Puede que esto que les cuento, esté salpicado de toda la serotonina y dopamina que me invade, pero bajo la luz más racional, el capitán y yo nos tomamos las cosas despacito, disfrutando del paseo por el tiempo que nos toque estar juntos.

More superhero facts.

Capitán Considerado, es el seudónimo que uso para proteger la identidad de mi superhéroe…y aunque su origen tiene una explicación muy larga y rebuscada que no vale la pena traer a colación, es el seudónimo más apropiado.

No le teme a nada, ni a mi costado más minita… ese que tararea canciones de los Backstreet Boys en la ducha o el que revive capítulos de Sex & The City en DVD cuando se cortan el cable e internet. Ni siquiera le teme a la pila voluminosa de viejas revistas Cosmopolitan que tengo debajo de la mesita de luz.

(Su kriptonita son las aceitunas y el color amarillo)

Puede llevar adelante conversaciones enteras con frases de Los Simpsons, o películas, o series… Not everyone can pull that off.

Tiene superpoderes IT. Son una clase especial de superpoderes ñoños que sencillamente me pueden. Consiste en saber apretar botones… o mejor dicho, en saber bien qué botones apretar.

Arregla cosas que yo ya daba por irreparables… y no lo digo en sentido metafórico, no tiene un destornillador sónico, pero casi.

Es 20 de julio.

MafaldaYSusanita

El día del amigo son los padres. Pero igual, viene bárbaro para saludar a la gente que uno siempre quiere tener cerca.
La amistad es frágil y muchas veces se entorpece por pavadas. Así que si quieren, quejensé todo lo que quieran de lo comercial que es este día, conmemoren la llegada del hombre a la Luna, y no le regalen su dinero a los barcitos de Palermo, Arístides o Pellegrini, como hacen cualquier otro fin de semana.
Pero no dejen de recordarles a sus amigos que aunque a veces seamos unos estúpidos, unos tarados, unos verdaderos papafritas…siempre los queremos cerca.
Al fin de cuentas, antes de morirse, es preferible un «feliz día» que un berrinche anticapitalista inútil una vez al año.

Feliz día.

Pero dos que se quieren se dicen cualquier cosa.

the kiss
«The Kiss», 1897. Edvard Munch

Una a veces tiende a identificarse con la protagonista de la historia…Con la víctima/heroína que cree que merece que el hombre que ama le de bola y la quiera para siempre, porque ¿cómo puede ser tan ciego y no darse cuenta de lo felices que van a ser juntos? Pero no…a veces las ciegas somos nosotras, que pensamos que ser una ilusa y que esperar a que el tipo del que nos habíamos enamorado cambie sus preferencias, es algo que vaya a rendir frutos de este lado de una pantalla de cine. A veces, «el necio que no ve a la persona que tiene en frente», resulta ser una misma

Ya dije que todavía no entiendo cómo funcionan el amor, ni las relaciones, ni las dietas, pero tengo algunas ideas. Distingo bastante bien ese enamoramiento, que se termina con el final de las canciones afectadas de Maná y de Cristian Castro, de ese otro cuya onda expansiva todavía nos sacude muchos (muchos) años después. Podría pensarse que es fácil hacer esta distinción, pero no. Cuando tenemos el cerebro inundado de serotonina y dopamina, el discernimiento es lo primero que se pierde, aunque supongo que al discernimiento de todos modos hay que perderlo un poquito para enamorarse.

Las relaciones son la categoría fundamental en la vida de una persona. Y la cultura dominante, sobre todo en las relaciones románticas, se aferra a ese precepto que dice que de dos hay que hacer uno solo, y a ese deseo de perderse en el otro, de convertirse en otro. Por ejemplo, es muy común, sobre todo al principio de una relación, mostrar interés en cosas que por sí solas no nos interesarían, con el único fin de acercarnos a esa otra persona…( ¿o por qué otra razón creen que iría a ver una película de robots gigantes que pelean contra pseudo Godzillas alienígenas que invaden la tierra desde otra dimensión, entrando por una fisura en el océano Pacífico?)  

Pero siempre somos dos, y esa es la razón por la cual cuesta tanto que funcione bien para siempre. Esencialmente, cuando se trata de construir una relación, el desafío no tiene que ver con dejar que otra persona entre, sino con que, de alguna forma u otra, nadie posee la libertad para salir de su propia cabeza, de su conciencia o de su deseo, y entrar en otro. Las relaciones son solamente intercambios frágiles, como el lenguaje, cada uno desde su lugar, desde sus posibilidades y desde sus miedos y expectativas.

Siempre me pareció que quienes creen amarse desde el primer día con la convicción de que ese sentimiento les va a durar para siempre, se están engañando, quizá porque yo me enamoro despacito y no lo entiendo, pero sobre todo porque tengo la sensación de que esas promesas y esa obsesión con el otro son como un puente ficticio de papel que se va armando para encontrarse a mitad de camino, pero que se deshace cuando se salpica con quienes somos en realidad, a medida que van desapareciendo esas cosas con las que nos adornamos desde el primer beso, pero que realmente no existen.

Yo construí más de un puente de esos, a veces lo construí sola, mientras del otro lado me miraban con cara de «yo estoy muy cómodo acá, vos fijate». Me costó mucho tiempo deshacerlos, porque resulta que tengo una imaginación muy obstinada (me he ilusionado con cada cosa). Ahora estoy tratando de ver otras posibilidades de intercambios, quizá un poco menos ficticios, sabiendo (o creyendo saber) que del otro lado, tienen las mismas ganas que yo de entusiasmarse, y toda la paciencia para enamorarme despacito, como suele ser conveniente, sin salir a decirme cualquier cosa, y sin creer del todo cualquier cosa que yo diga.

Soy como los Chalchaleros pero sin la despedida…

Parece que me fui sin decir nada pero siempre vuelvo. Podría mentirles y decir que estuve ocupadísima descansando en la Polinesia Francesa, total en este post puedo decir lo que quiera.

De dietas no entiendo nada, no entiendo la ciencia de cómo las cosas ricas son justamente las perjudiciales. El dulce de leche light es un oxímoron.

Yo no me opongo a ver películas,  sobre todo cuando son en el cine y en buena compañía. Si me quieren invitar a ver una peli, no me voy a rehusar. Y así como yo me río 2 horas 10′ de los robots y los bichos,se han bancado a Doctor Who durante 7 temporadas.

Palabras para jugar

«Language is the loveliest thing our brains have invented»

Casi por resignación, mi profesión terminó siendo la de traductora. Digo por resignación, porque cuando terminé la secundaria, mi ambición era la de volver al quirófano, no como paciente sino como instrumentadora quirúrgica. Pero resulta que cuando una es alérgica a la anestesia volátil, el último lugar del universo donde puede trabajar, es en un quirófano. Así que me dejé llevar por el inglés que había adquirido por ósmosis y mi afecto por los libros, y empecé a estudiar traducción científico-literaria.

Podría hablar de los caminos sinuosos del destino, o de cuánta razón tenían Mick y Keith cuando dijeron que «You can’t always get what you want, but if you try, you might find you get what you need» porque varios años después descubrí que hasta ahora, no puedo imaginarme trabajando sin jugar con palabras de un idioma a otro. Pero no voy a hablar eso, porque no estoy del todo reconciliada con la idea de que lo que nos hace felices es lo que necesitamos, y no lo que queremos. Yo quiero chocolate de desayuno, almuerzo y cena, pero necesito de otras cosas también, como la lechuga, que nunca hizo feliz a nadie.

Las palabras, o el lenguaje, son lo que conforman nuestra cosmovisión. Pensamos en palabras, nuestras ideas nacen y se transmiten por medio del lenguaje, y hasta les debemos nuestra evolución como civilización. Aun así, son algo relativamente nuevo en el mundo. Durante la mayor parte de sus miles de millones de años no hubo vida en la Tierra, y la mayor parte del tiempo en la que sí hubo vida, no siempre fue vida inteligente. Sólo después de que aprendimos a pasar conocimiento de una generación a otra, la civilización se hizo posible. En términos cosmológicos, el lenguaje es algo que pasó hace más o menos 10 minutos (y ni hablar de la escritura).

Las palabras son el producto de la combinación de las mismas veintipico de letras, con posibilidades innumerables, llenas de significado, que alcanzan para contar suficientes historias como para llenar bibliotecas infinitas. Pero tenemos palabras sólo para aquello que podemos nombrar. Lacan decía que lo que no se nombra, no existe. Es muy difícil pensar en algo que no conocemos (next to impossible), sin intentar describirlo con palabras, y sin darle un nombre. Por eso es indescriptible lo inimaginable.

Hay palabras que nos acercan, palabras que nos alejan. Palabras que nos transportan. Palabras que nos enaltecen y palabras que nos quiebran. Palabras cortitas que duelen, palabras que disparan olas de placer… Estoy segura de que la belleza poética no está en lo que el poeta quiso decir, sino en las palabras que eligió para decirlo.

La gran ironía, es que nuestras palabras, y nuestro lenguaje, además de ser lo que nos habilita para comunicarnos, es lo que muchas veces impide que nos entendamos. «I know you think you understand what you thought I said, but I’m not sure you realize that what you heard is not what I meant.»

Así fue como de a poquito, me fui enamorando (como conviene enamorarse, despacito) palabra por palabra, hasta que más que en profesión, se fue convirtiendo en vocación. Y finalmente, como lo describiera Bernard Cohen, me enamoré de la musicalidad de la traducción. Traducir es como interpretar música: hay que encontrar el ritmo correcto, la cadencia adecuada, la afinación justa de cada nota. Es parecido a interpretar lo que alguien ya escribió en un pentagrama. Si se pierden los matices de las palabras, se pierde la belleza y el significado del mensaje.

Hace poco me preguntaron si tengo alguna palabra favorita, que no es lo mismo que te pregunten cuál es tu color o película favorita, porque no supe ni siquiera cómo empezar a distinguirla. Las palabras nos pueden caer bien o mal según su significado, su significante o simplemente por cómo suenan.  Después de tener que pensarlo, encontré una que me gusta por las tres cosas. La palabra es petrichor en inglés o petricor en español. Y hace referencia al olor de la tierra húmeda después de la lluvia. Me gustó mucho más, cuando me enteré que en realidad ese olor tan evocativo, lo produce una bacteria en el suelo, que es lo menos poético que hay.

 

Unas palabras más.

Existen entre 7000 y 8000 idiomas…y a penas hablo 2.

Hace poco, tuve mi primera experiencia inventando un idioma, de la mano de David Peterson... fue lo más parecido a inventar otra realidad que conozco.

Aborrezco la palabra «bombacha», tenía que contárselos.