Prueba de que estaba estudiando. Les juro que ese es el glosario de Conferencias. (AKA: Encuentre la forma más complicada e ineficiente de estudiar y coronarse como "The Queen of Procrastination")
Si me preguntaran como viene el estudio, les contestaría que la dilación al menos viene de diez; pronto va a mutar en un profundo auto-desprecio y después de eso me voy a convertir en una máquina del estudio (la noche antes del examen) para después ir y sacarme más de 8…porque soy así de despreciable. Es un proceso delicado estudiar, no hay que andar apurándolo. Así que decidí seguir mis instintos y aparecer por acá.
Hace muchísimos posts escribí acerca de mi incurabilidad (¡Hola RAE!) para dejar de lado la idea de que el amor es la experiencia existencial más gratificante. Tengo que decirles que hoy, no necesariamente me convence este concepto. Es como cuando se te pasa el efecto de un analgésico -de esos que tomo yo; el mundo en realidad no era tan maravilloso, y no me estaba divirtiendo tanto como creía. Cuando la perspectiva se abre paso entre las nubes rosas (o grises) la magia del amor, se ve como un truco fácilmente reproducible y al alcance de cualquiera.
Para alegría de mis amistades, quienes festejan que haya podido empezar a probar otros chocolates disponibles en el mercado, hace rato que no pienso en ese cuadradito perfecto de chocolate con menta que me comería a toda hora, no sólo después de la 20hs. Pero tengo que decirles que este tipo de desencanto llega sin penas ni gloria. Es parecido a descubrir que tu canción de amor favorita en realidad habla de un sánguche de mortadela. Todo lo que dijiste, sentiste, hiciste, deshiciste, pensaste, deseaste, veneraste, exigiste y pataleaste se ve absurdo desde esta perspectiva.
Lo que más me confunde de este lado del desencanto, es sentir que corro el ¿peligro? de que finalmente no exista un pedacito de chocolate irreemplazable que me saque de este cinismo. Sin embargo, al mismo tiempo, siento cierto alivio al saber que no va a venir ninguno a seducirme con su endorfina azucarada y convencerme de cosas que no son para que yo haga estupideces de las que después (seguramente) me voy a arrepentir.
Todo esto me deja con la idea de que en realidad la consigna siempre es no enamorarse. porque después hay que tomarse el trabajo de dejar las cosas atrás. Es un proceso curioso: Podemos tratar de convencernos con hechos irrefutables y verdades empíricamente comprobables. Podemos dejar que pase mucha agua abajo del puente, enchastrarnos probando otros chocolates y emborracharnos con cuanto malbec nos pongan adelante – pero no se nos pasa hasta que se nos pasa solo, y sin importar cuánto creemos que sufrimos en el medio, llegar a este lado del túnel es un proceso que, como el estudio, tampoco se puede acelerar.
Aunque, ¿les digo la verdad?, finalmente, la indiferencia involuntaria no tenía nada de dulce y nada de encantadora. Fue como despertarse de un sueño loco y darse cuenta de que I was just being silly.
No tengo nada más para decir (excepto):
El nombre de este post debería haber sido PROCRASTINATIONcon luces de neón y todo, porque en serio, si estoy despierta a esta hora, debería estar estudiando…instead, me acordé que existía esto: http://vimeo.com/9553205 y ya lo ví 3 veces.
Y también, nada dice Not About Love como la panza de Zach Galifianakis en este vídeo:
Es lindo que haya un día en el que parece apropiado regalarme chocolate...Estos por ejemplo.
Hice una breve, brevísima pausa, en esto de tener que decirle a la gente que tengo que estudiar (porque paso más tiempo anoticiando al mundo que tengo que estudiar que de hecho estudiando) y escribí es ¿postcito? para cortar con la frustración de ver como se pasan los días sin que yo logre prepararme para el examen que tengo en una semana.
Entre las muchas cosas que me causan gracia, una de ellas suele ser, el rechazo de la gente cool, de los superados y de los intelectualoides a las fechas como el día de San Valentín o el Día del Ferretero. Ayer, donde quiera que fui…no vi a nadie festejando nada, pero sí me agoté de gente repudiando el 14 de febrero. Curiosamente me hizo pensar que jactarnos de nuestra opinión en relación a una supuesta estupidez de otro, es la manera que tenemos de reaccionar ante pavadas irrelevantes que no tienen la menor consecuencia; y es la forma que encontramos de validar nuestra cosmovisión como la verdad absoluta. Poner en ridículo lo que para otros es importante o valioso no nos hace mejores personas, ni más inteligentes…quizá sí nos hace un poquito más miserables. Pero no suma.
Soy de las primeras en las filas anti-romance-fácil-lugar-común, pero no eso no significa que la gente que disfruta del Arjonio en su vida sea estúpida o ridícula. Y realmente no creo que este rechazo popularizado y exacerbado a través de Internet pase por, como decían mis tías, «no tener quién te festeje». Es pura y exclusiva intolerancia…malgastada. Porque vociferamos lo ridículo, berreta e hipócrita que es celebrar una fiesta pagana, pero toleramos cómodamente hipocresías peores y ridiculeces que rayan en el atropello – todos los días.
Finalmente me hace pensar que no hay nada que nos venga bien, ni siquiera cuando no se trata de nosotros. Es como la gente que asevera no mirar determinados programas de televisión, pero se quejan de ellos todo el tiempo. We’ll never learn lo live and let live.
Este fue un post cortito…así que:
Menos mal.
El Día del ferretero existe, es el 3 de septiembre…entre el Día de la Tía y el Día de la secretaria. Anoten. Igual, el día que más estoy esperando es el Día de la bandera…por los regalos, claro.
Había millones de canciones para ilustrar este post, pero no me pude decidir. Así que les dejo otra cosa que no tiene nada que ver, pero que me gusta mucho.
"Siempre imaginé el paraíso como una biblioteca" J.L.B....(Pero yo, me lo imagino así)
Este es un post publicado en alguna edición de la revista Oblogo que me encantó. En realidad es una traducción, de un traductor misterioso (al menos para mi) pero es maravillosa y está muy bien adaptada (¡Hats off al colega traductor!)
Me gustó mucho y quise compartirlo por acá, antes de desaparecer en un mar de apuntes hasta que se termine febrero.
Salí con una chica que no lee. Encontrala en medio de la mugre de un bar del bajo. Encontrala en medio del humo, de la transpiración de los borrachos y de las luces psicodélicas de un boliche de lujo. Donde sea que la encuentres, descubrila sonriendo y asegurate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Encandilala hablándole de trivialidades; usá las típicas frases de conquista y reíte por dentro. Sacala a la calle cuando los bares y los boliches ya hayan cerrado; ignorá la fatiga que sentís. Besala bajo la lluvia y dejá que la luz tenue de un farol de la calle los ilumine, así como viste que pasa en las películas. Hacele un comentario sobre el poco significado que tiene todo eso. Llevátela a tu departamento y despachala luego de hacerle el amor. Curtítela.
Dejá que la especie de contrato que sin darte cuenta creaste con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubrí intereses y gustos comunes como las pastas o la música pop, y construí un muro impenetrable alrededor de todo eso. Hacé del espacio común un bastión sagrado y regresá a él cada vez que el aire se vuelva pesado o las veladas se estiren demasiado. Hablale de cosas sin importancia y pensá poco. Dejá que pasen los meses sin que te des cuenta.
Proponele que se mude a vivir con vos y dejala que decore la casa. Peleate con ella por cosas insignificantes como que la cortina de la ducha tiene que estar siempre cerrada para que no se llene de moho. Dejá que pase un año sin que te des cuenta. Empezá a darte cuenta.
Llegá a la conclusión de que probablemente tendrían que casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invitala a cenar a un restaurante fashion en Puerto Madero y asegurate de que tenga una linda vista. Pedile al mozo que le traiga la copa de champán con el anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponele matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad que puedas juntar. No te preocupes si sentís que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho; y si no sentís nada, tampoco te preocupes. Si hay aplausos, dejá que terminen. Si llora, sonreí como si nunca hubieras estado tan feliz; y si no lo hace, igual sonreí.
Dejá que sigan pasando los años sin que te des cuenta. Armate una carrera en vez de conseguir un trabajo. Comprate una casa y tené dos lindos hijos. Tratá de criarlos bien. Equivocate a menudo. Caé en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufrí la típica crisis de los cincuenta. Envejecé. Sorprendete por tu falta de logros. En ocasiones sentite satisfecho, pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo.
Durante las caminatas que hagas, tené la sensación de que nunca vas volver, o de que el viento puede llevarte. Contraé una enfermedad terminal. Morite, pero solamente después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera sentido; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también va a morir arrepentida porque su capacidad de amar nunca generó nada.
Hacé todas estas cosas,mierda, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hacelo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hacelo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una necesidad alcanzable, en vez de algo maravilloso pero ajeno a vos. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espeso e inerte de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama demasiado. Un vocabulario, carajo, que hace de mi sofística vacía un truco berreta.
Hacelo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le enseñó que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo continuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya hecho sus valijas y pronunciado un adiós inseguro. Tiene claro que en su vida no voy a ser más que unos puntos suspensivos y no una etapa; y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.
Salí con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Tendrá paciencia en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues ya se ha despedido de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque ella ha aprendido a contar historias. Vos, con tu Joyce, con tu Nabokov, con tu Woolf; vos en una biblioteca, o parada en la estación del subte, tal vez sentada en la mesa de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Vos, la que me hizo la vida tan difícil. La lectora ha desenredado la madeja de su vida y la ha llenado de sentido. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Vos, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero yo soy débil y te voy a fallar porque vos soñaste, como corresponde, con alguien mejor que yo y no vas a aceptar la vida que te describí al inicio de este texto. No te vas a resignar a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser contada. Por eso, andate de acá, chica que lee; tomate el siguiente tren que te lleve al sur y llevate a tu Cortázar con vos. Te odio, de verdad te odio.
Me causan mucha gracia las personas que se jactan de ser «obses» o pequeños control freaks. Porque es como jactarse de lo inútil que es tratar de hacer callar un chancho a patadas (que mientras más le pegás, más grita.) Tengo que adelantarles que intentar controlarlo todo no es una virtud y es el camino más corto que conozco a la frustración. Esto se los digo como una obse en rehabilitación, a la que se le fue bastante la mano y ahora raya en la irresponsabilidad.
La naturaleza, el universo, algún Dios, o cómo quieran llamarlo; nos demuestra todos los días que absolutamente todo es caótico, random y que al fin de cuentas en realidad no controlamos ni entendemos nada. No estoy tratando de ser nihilsta (I never am) pero sí me gustaría que un día de estos simplemente nos relajemos un poco. ¿Alguien sabe lo que cuesta relajarse? No logro entender por qué no empleamos más tiempo tratando de relajarnos y de pasarla bien en lugar de volvernos locos y miserables unos a otros. La solución a todos los problemas del mundo debería estar en hacer que la gente disfrute un poco más. Para mí en este momento esta noción está por acá, a 9248 Km de distancia y a muchísimos sueldos que todavía no logro ahorrar pero que seguramente ya gasté.
Creo muchísimo en que lo que dicta nuestra suerte tiene que ver con estar en el momento y lugar indicado ( o no). Y la ciencia respalda esta teoría demostrando que grandes hallazgos de la humanidad fueron resultado de casualidades: La penicilina, el principio de Arquímedes, el electromagnetismo, ¡el dulce de leche y los post-it!, el descubrimiento de América…Y ya que estamos, las casualidades literarias como la de Jonathan Swift que en Los Viajes de Gulliver habla de las 2 lunas de Marte en 1726 y que se descubrieron recién oficialmente en 1877 (Deimos y Phobos.)
Por eso cada vez que el 107 se demora más de la cuenta, cada vez que mis planes no salen como me los había imaginado, cada vez que life blows up in my face y me arruina el resultado que estaba esperando, respiro profundo (a veces más de una vez), me acomodo la ropa y trato de ver cuál era el chiste de que no me saliera lo que yo quería hacer (a ver si nos reímos todos). A veces, es sorprendente la cantidad de cosas que tienen que pasar para que las cosas pasen.
Y como leí que decía un blogger del que estoy secretamente enamorada: «Saber que se está a un cromosoma de distancia de ser un salame, o un mono, debiera bastar para comenzar a tener fe en la casualidad.»
Some other crazy sh*t
«La palabra serendipia no aparece todavía en el diccionario de la RAE. Viene de la voz inglesa serendipity, pero detrás de ella se descubre una leyenda. Esta cuenta que, en la actual Sri Lanka, existía un reino llamado Serendip, en el que vivían tres príncipes muy peculiares. Estos tenían el don del descubrimiento fortuito, por llegar a encontrar, sin buscarlo, la solución a problemas impensados. Todo esto quedó escrito en un relato anónimo, que posteriormente leyó Sir Horace Walpole, y él fue quien realmente se inventó la palabra serendipia, que hoy se utiliza para denominar este tipo de descubrimientos.»
Lo de los cromosomas no es joda…dos cromosomas más y seríamos papas, chimpancés o tabaco.
Life has a funny way, of sneaking up on you. Life has a funny, funny, way of helping you out.
A veces la vida se trata de hacer de cuenta que hay ciertas cosas que no estamos esperando que pasen. Es algo que pongo en práctica siempre que quiero que el agua hierva más rápido o que el ascensor se apure en llegar o mientras espero el 107. Hay que hacer de cuenta que no estamos esperando nada. De alguna manera, la anticipación hace que el tiempo pase más lentamente y que las cosas tarden en llegar. El problema con eso, es que me sale miserablemente mal. Trato de convencerme de que hay algo que no estoy esperando, cuando en realidad casi no puedo pensar en otra cosa. Es terrible que ni yo me crea mis propias mentiras.
La verdadera tragedia surge cuando a veces hacemos de cuenta que no estamos esperando que pase algo que queremos que pase, que en realidad verdaderamente no va a pasar (…¿se entendió algo?) Va de nuevo: Es como cuando nos hacemos las difíciles con esperanzas que no tienen la más mínima chance de cumplirse; problemática que se agrava cuando la vida nos tira un osooooo y parece que sí! que finalmente sí! ….Y no, not even close. Life’s kind of a little bitch.
Un amigo de este blog sostiene que la esperanza en muchos casos suele ser un castigo, y que el hecho de que sea lo último que perdemos no es ninguna bendición. Supongo que la obstinación es de las cualidades más enojosas de la condición humana, así como también lo difícil que resulta abandonar ciertas ideas. Es probable que esa sea la base de nuestra evolución – la obstinación y que de alguna forma insistir e insistir e insistir e insistir haga que avancemos aunque no necesariamente sea hacia adelante.
A veces las expectativas están bien al alcance de la realidad: Eventualmente el 107 llega, el ascensor no tiene más opción que ir y venir de la PB al 3er piso y sí o sí el agua hierve a los 100 ℃. Sin embargo, las esperanzas siempre están puestas en cosas que sabemos que son unlikely to happen, quizás por eso las esperamos.
Actualmente mis expectativas se parecen muchísimo a hacer de cuenta que no estoy esperando que me cambien el guión de una película que me sé de memoria. Es como si mirara esta escena una y otra vez esperando que ella se baje de la camioneta, sabiendo que no se va a bajar: Y me pongo ansiosa cuando agarra la manija de la puerta…la gira un poquito…respira profundo… Y!… Nada – obvio que no se baja. La película termina igual.
Yo sé que es momento de que acepte las propuestas de otros directores y definitivamente de otros actores…porque no debe ser sano insistir con el mismo guión 4 años seguidos, sobre todo sabiendo a ciencia cierta que nunca va a terminar como espero. El temita es que fucked up y todo, como cree que está, Clint Eastwood me puede.
Una se tropieza tantas veces con la misma piedra a propósito que termina por confundir la estupidez con paciencia. Quizás lo bueno de saberme un libreto de memoria es que no hay sorpresas, y que en caso de que un día quiera ver una muy buena película, sé que esta no me va a defraudar aunque el final me ponga chinchuda y trompita…Después se me pasa y la quiero ver de nuevo.
Decididamente esto de hacer de cuenta que no pero sí es una pésima estrategia. Me funcionaba muy bien cuando era chica, y es una técnica infalible para banalidades que irremediablemente terminan por concretarse -Pero hasta ahí llega su efectividad.
Igual no me quejo. Después de todo, no estoy esperando nada.
Bottomline(s):
La naturaleza humana de insistir, insistir, insistir e insistir me hizo acordar a esto. Nos cuesta más aprender la valiosa lección.
Una técnica cuasi infalible y científicamente comprobada para cuando estamos esperando el bondi y queremos que llegue más rápido es prenderse un pucho…En serio no falla nunca. Lástima que no fumo.
No es que estoy esperando que Meryl Streep se baje de la camioneta a jugarsela de una a ser felices para siempre con Clint porque esa sería otra película. Pero sí estaría buenísimo que aunque sea baje la ventanilla y le alcance un paraguas o se baje a tomar un café y charlar un rato. Really, that’s it.
Siempre me han desagradado los lugares comunes y la gente que llama a las radios dedicándoles canciones de Luis Fonsi a Fulanito, que es el amor de mi vida. No tiene mucho que ver con el pobre Luis, en realidad, la frase del estilo “el amor de mi vida” es lo que no me cierra. Jamás le he dicho a nadie semejante cosa. Supongo que porque no sé qué significa, o quizá porque es una frase tan trillada que con el correr de los años, o de las veces que la escucho, me suena a un sinsentido popular que se usa en las FM para dedicar canciones. Últimamente este rechazo a ese tipo de demostraciones de afecto se ha extendido a otros espacios donde antes ese rechazo no existía, o dónde al menos lo toleraba. Hoy las declaraciones de amor me suenan irreales y sobre todo ingenuas. Un amigo sostiene que es porque estoy aburrida…O mejor dicho, porque no estoy enamorada y por ende estoy aburrida. Según él, las mujeres cuando no estamos enamoradas, nos aburrimos y nos volvemos difíciles de conmover. La verdad es que ese argumento no me convence del todo, pero en este caso me conviene asentir obedientemente. Si hay algo que aprendí en los últimos años es que a los taxistas, como a los locos, hay que correrlos para el lado que disparan. Sobre todo a los taxistas porteños. — Por otro lado, no sé si puedo jactarme del todo de no estar enamorada.
Esta falta de entusiasmo a las demostraciones populares de afecto muchas veces se interpreta como indiferencia, amargura o frialdad. Pero no, a no confundir. Hay que saber presionar las teclas correctas para conmover a alguien y no a todos nos entusiasman las mismas cosas.
La experiencia se ha encargado de demostrarme que quienes se jactan de ser fríos o de demostrar su cariño de manera apática en realidad son quienes más necesitan de esta validación, a pesar de su bandera que dice «I’m fine if you don’t love me, I don’t care». La demostración, es decir, la evidencia perceptible del afecto, no sólo es placentera y reconfortante sino que también es necesaria, porque muchas veces lo que no se nombra no está. Es un asunto delicado, porque también a veces quienes pecan de cargosos/abrumadores/avasallantes, también la están pifiando—feo.
Lo que me llama la atención de las demostraciones de afecto es cómo cada parte se ve afectada según la situación sentimental. Para el amor no correspondido las demostraciones de afecto son ante todo innecesarias, porque para la contraparte no hay nada más incómodo y enojoso que la demostración de un cariño que no se puede corresponder. Y resulta no solo cansador sino inútil porque en estos casos no importa qué tecla presiones, sino que uno no es quien es capaz de hacerlas funcionar. En cambio para el amor recíproco, la evidencia del afecto es hasta imprescindible para que la relación avance. Como me dijo mi abuela , o como se olvidó de decirme: Al amor hay que enamorarlo todos los días.
En realidad, la mejor demostración de afecto es aquello con lo que el otro puede identificarse en nosotros. Creo que es así para muchos… Es como la historia de Chandler en Friends, la vez que se camina todo New York buscando la primera edición de The Velveteen Rabbit para la novia de Joey de quien estaba enamorado (porque Joey le quería regalar una lapicera – aunque it was a pen…but also it was a clock!). No sólo el libro le iba a gustar más sino que también iba a tocarle una fibra sensible porque era algo muy propio que venía de afuera, y eso es clave, aunque suene a narcisismo. La satisfacción de darle al otro lo que le gusta y de lo que se puede enamorar, o sea la satisfacción de quien recibe, es también la propia de quien otorga. Es mas o menos parecido a lo que pasa en el sexo, cuando el propio goce pasa por el goce del otro.
Para quien suscribe la mejor demostración de afecto me la da la complicidad en forma de humor. Y a mi amigo que cree que mi aburrimiento obstaculiza mi capacidad para conmoverme, le pido que no se preocupe por mí. Todavía hay muchas cosas que me conmueven, pero las canciones de Luis Fonsi, los pasacalles con mensajes, los ositos de peluche, los mensajes en mi muro de Facebook, los links a videos tiernos en YouTube, las serenatas, y el resto de los lugares comunes…No.
Just so you know:
Sí, cambié el look…Nada importante, es que a veces se me da por cambiar los muebles de lugar.
Que me parezcan ingenuas las declaraciones y demostraciones de afecto, las promesas de amor para siempre y las frases del estilo «sos el amor de tu vida», no significa que lo sean y no es mi intención desvalorizar lo que para algunos es invaluable. Sucede que, según observo, la lógica rara vez viene a interrumpir la sensación de eternidad que nos da estar enamorados. Yo sé que quien dice «sos el amor de mi vida» genuinamente se lo cree también. Sin embargo, por ahora, L’amour pas pour moi.
Creo que alguna vez les conté acerca de mi insoportable predisposición a poner al otro en evidencia cuando se equivoca o cuando hace algo fuera de lugar. Es un hábito espantoso, porque la verdad es que yo no entiendo nada como para andar distinguiendo claramente lo que está bien de lo que está mal…simplemente puedo decir qué me molesta, me disgusta, o me parece perjudicial- pero no mucho más.
Sin embargo, últimamente, en mi esfuerzo por bajarme del poni,me doy cuenta que este hábito insoportable no es un defecto aislado y es mucho más común de lo que pensé. La velocidad para juzgar al otro es muy vertiginosa y sus mejores conductores son el prejuicio y la intolerancia – pero sobre todo el miedo a descubrir que, la mayoría del tiempo, estamos equivocados.
Nadie sabe lo que se siente cuando estamos equivocados porque no hay una sensación que lo identifique. Sabemos qué sentimos cuando descubrimos que estamos equivocados pero estar equivocado no genera ninguna reacción física o emocional reconocible. Se siente bastante parecido a lo que se siente cuando tenemos razón. Esto me parece sumamente peligroso y fascinante a la vez, porque es algo de lo que no se habla mucho.
Desde chiquitos en la escuela nos enseñan que equivocarse está mal porque significa que uno es estúpido o vago. Y llegamos a nuestra adultez con esa misma idea, con miedo de cometer errores. Esto es comprensible siendo que sabemos que no tenemos mucho tiempo que perder y no queremos llegar a los 95 años sintiendo que hicimos todo mal. No nos dan otra oportunidad y no hay crtl+ z que valga. Pero – es inevitable.
La mayoría de las personas que conozco, sienten que entienden exactamente como funciona este mundo- que es cambiante, heterogéneo y por sobre todas las cosas complejo. La verdad es que admiro profundamente esta postura porque más de la mitad del tiempo el mundo se encarga de demostrarme que no tengo ni la más remota idea de lo que hago o debería hacer. Por esta razón me sorprende mucho que todos en algún momento u otro tengamos la sensación de tener la posta acerca de los problemas que nos rodean, quiénes son los responsables y cómo solucionarlos. Si realmente fuera así, hace rato tendríamos las respuestas a problemáticas económicas, educativas, científicas, culturales y existenciales que venimos arrastrando hace tanto tiempo.
Este post no tiene intenciones nihilistas porque yo crea que las soluciones no existen. Simplemente (o no) sostengo que el mundo es muy complejo como para que nos demos el lujo de andar por la vida sintiéndonos dueños de la verdad por encima de otros. Y esta es la parte que me molesta: Esta tendencia a juzgar al prójimo de idiota, ignorante, o malvado – porque no compartimos la misma cosmovisión. Todos estamos equivocados la mayoría del tiempo. Casi todo lo que creamos nace a partir de uno o más errores. Nuestra propia evolución (y no solo la biológica) avanza y se perfecciona a base de prueba y error. Lo maravilloso de nuestra individualidad es que cada uno tiene su propia visión de la verdad y lo genial sería poder compartirla, pero no al grito de «I’m right, you’re wrong».
Sé que esto es una obviedad. Equivocarse está bien, aprender de nuestros errores y admitir con humildad que somos falibles. Pero no parece. Esto, realmente va a ser una obviedad cuando por ejemplo en las escuelas empiecen a enseñar usar el pensamiento crítico y que hay problemas que no tienen solución, y dejen de calificar de insuficientes o vagos o hiperactivos a los niños porque no pueden encontrar la respuesta correcta que tiene la figura de autoridad detrás del escritorio. O bien, cuando en una campaña electoral dejen de tratar de convencernos con retórica que saben a ciencia cierta cómo solucionar problemas (because they don’t) y en cambio nos digan «sí, quiero solucionar el problema – tengo algunas ideas, son estas, esperamos que funcionen y si no funcionan vamos pensar otras hasta encontrar algo que funcione» (Y esto va a ser así sobre todo cuando nosotros como votantes estemos dispuestos a votar a un candidato así y no al modelo de los actuales que lo único que hacen es ensuciarse e insultarse unos a otros -sí, al grito de I’m right, you’re wrong y cosas peores.)
Es muy difícil admitir esta falibilidad, es desagradable sentirse en falta y descubrir que estamos equivocados y que aquello de lo que estábamos tan seguros no era tan cierto. A lo único que podemos aspirar es a cometer errores cada vez mejores con una buena dirección, y equivocarnos para avanzar hacia adelante . Quizá lo mejor es poder llegar a los 95 años como decía Arthur Miller – «Maybe all one can do is hope to end up with the right regrets».
Esto no queda acá:
Si había alguien que se jactaba de su falibilidad incesantemente era Juan José del Pozo – también conocido como Tusam (padre) con su legendaria advertencia «Puede fallar».
Tampoco es para ir por la vida equivocándose gratuitamente, hay errores que le han costado mucho a la humanidad… Errores hijos de la estupidez y el entusiasmo. Es por eso que conviene tener cuidado con esa sensación de estar en lo correcto. Ante la duda, dude.
El penúltimo párrafo no tiene ninguna intención/inclinación política. Es algo que escuché hace muy poco de una persona muy inteligente que se ajusta bastante bien al escenario político mundial. No nos vengan con que no nos van a defraudar.
Alguna idiota anduvo por ahí esparciendo el rumor de que ninguna mujer sabe lo que quiere en realidad – esta imbécil en un esfuerzo por compadecer a algunos hombres (que no cazan una even if that una hits them in the face) nos arruinó la vida, el romance, el amor, el sexo y las relaciones en general a las demás. So ahora es vox populi que las mujeres somos complicadas, histéricas, difíciles de entender, etc. Y la verdad es que me cuesta muchísimo llevar esta etiqueta – porque condena mi complejidad, que puede ser resultado de muchos otros factores, muy a pesar de mis cromosomas- y es como no tener el derecho a ser legítimamente complicada o sencilla…
Recurriendo a la ciencia – las mujeres somos diferentes de los hombres porque hasta nuestros cerebros funcionan distinto. Las capacidades cerebrales de una mujer son muy diferentes de las de un hombre, y esto hace que nuestros sistemas funcionen de otra manera y que veamos las cosas desde otra ventana. Nos nos hace ni más ni menos inteligentes, ni más ni menos emocionales, ni más ni menos racionales. Just different- not opposite.
No existe una fórmula mágica para entender qué nos motiva o nos satisface plenamente. Porque la verdad es que no existe absolutamente nada en este mundo que nos satisfaga plenamente. Es, creo, una de las 2 características que tiene esto de ser humano – ser mortales e insatisfechos. (I’m cheerful, I know) Pero pienso que es importante tener bien en claro que no existe una llave maestra que va a abrir -si me disculpan el verbo- el corazón de cualquier mujer (o persona). Y digo que esto no es posible porque no nos enamoramos de la suma de los actos de fulanito o menganito. So no tiene mucho sentido preguntarle a una mujer: ¿qué tengo que hacer para que te enamores de mí? porque la respuesta a eso es nada o averigualo. A menos que te sea posible transformarte en el hombre del que ella sí está enamorada. Es una pregunta que nunca te va a dar una carta ganadora y que al menos para mí es un dealbreaker porque es como si quisieses hacer trampa y la parte divertida está en tratar de averiguarlo.
Pero volvamos: No es que nada nos venga bien o que no sepamos qué queremos. Lo que sucede es que no siempre lo mismo nos viene bien siempre. Cuando era chica solían gustarme los hippies desalineados fanáticos de Sui Generis. Hoy me llaman la atención los burguesitos perfumados con sus PS3 que escuchan Rolling Stones, y quien sabe… mañana capaz que me enamoran los metaleros de 65 que se quedaron sordos escuchando Black Sabbath a todo lo que da. A lo que voy es que no siempre queremos ni nos seduce lo mismo. Y esto aplica en todo sentido- En que a Evangelina le pueden gustar muchos los tipos románticos y sensiblones pero que a Andrea no le mueven un pelo. Y en que a Evangelina pueden gustarle los tipos románticos pero que eso no quiere decir que quiere que le dediques una serenata de mariachis a las 3 de la mañana un miércoles. Y tampoco quiere decir que Andrea no espera que de tanto en tanto no le digas que la querés o que la extrañás o le regales un chocolate porque sabés que es una loca fundamentalista del chocolate. De verdad esto no tiene nada de difícil, requiere un poquito de sentido común.
La mayoría de las mujeres que conozco saben exactamente lo quieren cuando se los pregunto, al menos en ese momento. No hidden agendas ni second guesses, sus respuestas son bastante claras y esto no es así porque yo sea mujer sino porque me tomo el trabajo de preguntarles qué quieren. Así que no estoy convencida de que esta estúpida que dice que no tenemos idea – tenga razón. I have a pretty good idea. El común denominador a esta pregunta es que queremos su atención (even when we don’t, we do). Una vez que tenemos eso…el resto viene solo.
Esparcir por ahí el rumor que argumenta que las mujeres no saben lo que quieren ha sido una excusa muy conveniente para decidir por nosotras durante mucho tiempo…Así como también resulta muy rentable para muchas caprichosas que andan dando vueltas por ahí volviendo locos a unos pobres diablos que las apañan.
Footnotes:
Me hago cargo de la parte que me toca- más de una vez dije que las mujeres somos complejas (nunca complicadas ni histéricas) pero jamás dije que los hombres tampoco lo fueran.
Bienvenido Enfermito al blog roll….si quieren una crítica diferente y divertida del 7mo arte, este es su blog.
Dejo algo de Leftover Cuties para el final, no tienen nada que ver, pero son geniales.