Pero dos que se quieren se dicen cualquier cosa.

the kiss
«The Kiss», 1897. Edvard Munch

Una a veces tiende a identificarse con la protagonista de la historia…Con la víctima/heroína que cree que merece que el hombre que ama le de bola y la quiera para siempre, porque ¿cómo puede ser tan ciego y no darse cuenta de lo felices que van a ser juntos? Pero no…a veces las ciegas somos nosotras, que pensamos que ser una ilusa y que esperar a que el tipo del que nos habíamos enamorado cambie sus preferencias, es algo que vaya a rendir frutos de este lado de una pantalla de cine. A veces, «el necio que no ve a la persona que tiene en frente», resulta ser una misma

Ya dije que todavía no entiendo cómo funcionan el amor, ni las relaciones, ni las dietas, pero tengo algunas ideas. Distingo bastante bien ese enamoramiento, que se termina con el final de las canciones afectadas de Maná y de Cristian Castro, de ese otro cuya onda expansiva todavía nos sacude muchos (muchos) años después. Podría pensarse que es fácil hacer esta distinción, pero no. Cuando tenemos el cerebro inundado de serotonina y dopamina, el discernimiento es lo primero que se pierde, aunque supongo que al discernimiento de todos modos hay que perderlo un poquito para enamorarse.

Las relaciones son la categoría fundamental en la vida de una persona. Y la cultura dominante, sobre todo en las relaciones románticas, se aferra a ese precepto que dice que de dos hay que hacer uno solo, y a ese deseo de perderse en el otro, de convertirse en otro. Por ejemplo, es muy común, sobre todo al principio de una relación, mostrar interés en cosas que por sí solas no nos interesarían, con el único fin de acercarnos a esa otra persona…( ¿o por qué otra razón creen que iría a ver una película de robots gigantes que pelean contra pseudo Godzillas alienígenas que invaden la tierra desde otra dimensión, entrando por una fisura en el océano Pacífico?)  

Pero siempre somos dos, y esa es la razón por la cual cuesta tanto que funcione bien para siempre. Esencialmente, cuando se trata de construir una relación, el desafío no tiene que ver con dejar que otra persona entre, sino con que, de alguna forma u otra, nadie posee la libertad para salir de su propia cabeza, de su conciencia o de su deseo, y entrar en otro. Las relaciones son solamente intercambios frágiles, como el lenguaje, cada uno desde su lugar, desde sus posibilidades y desde sus miedos y expectativas.

Siempre me pareció que quienes creen amarse desde el primer día con la convicción de que ese sentimiento les va a durar para siempre, se están engañando, quizá porque yo me enamoro despacito y no lo entiendo, pero sobre todo porque tengo la sensación de que esas promesas y esa obsesión con el otro son como un puente ficticio de papel que se va armando para encontrarse a mitad de camino, pero que se deshace cuando se salpica con quienes somos en realidad, a medida que van desapareciendo esas cosas con las que nos adornamos desde el primer beso, pero que realmente no existen.

Yo construí más de un puente de esos, a veces lo construí sola, mientras del otro lado me miraban con cara de «yo estoy muy cómodo acá, vos fijate». Me costó mucho tiempo deshacerlos, porque resulta que tengo una imaginación muy obstinada (me he ilusionado con cada cosa). Ahora estoy tratando de ver otras posibilidades de intercambios, quizá un poco menos ficticios, sabiendo (o creyendo saber) que del otro lado, tienen las mismas ganas que yo de entusiasmarse, y toda la paciencia para enamorarme despacito, como suele ser conveniente, sin salir a decirme cualquier cosa, y sin creer del todo cualquier cosa que yo diga.

Soy como los Chalchaleros pero sin la despedida…

Parece que me fui sin decir nada pero siempre vuelvo. Podría mentirles y decir que estuve ocupadísima descansando en la Polinesia Francesa, total en este post puedo decir lo que quiera.

De dietas no entiendo nada, no entiendo la ciencia de cómo las cosas ricas son justamente las perjudiciales. El dulce de leche light es un oxímoron.

Yo no me opongo a ver películas,  sobre todo cuando son en el cine y en buena compañía. Si me quieren invitar a ver una peli, no me voy a rehusar. Y así como yo me río 2 horas 10′ de los robots y los bichos,se han bancado a Doctor Who durante 7 temporadas.

Palabras para jugar

«Language is the loveliest thing our brains have invented»

Casi por resignación, mi profesión terminó siendo la de traductora. Digo por resignación, porque cuando terminé la secundaria, mi ambición era la de volver al quirófano, no como paciente sino como instrumentadora quirúrgica. Pero resulta que cuando una es alérgica a la anestesia volátil, el último lugar del universo donde puede trabajar, es en un quirófano. Así que me dejé llevar por el inglés que había adquirido por ósmosis y mi afecto por los libros, y empecé a estudiar traducción científico-literaria.

Podría hablar de los caminos sinuosos del destino, o de cuánta razón tenían Mick y Keith cuando dijeron que «You can’t always get what you want, but if you try, you might find you get what you need» porque varios años después descubrí que hasta ahora, no puedo imaginarme trabajando sin jugar con palabras de un idioma a otro. Pero no voy a hablar eso, porque no estoy del todo reconciliada con la idea de que lo que nos hace felices es lo que necesitamos, y no lo que queremos. Yo quiero chocolate de desayuno, almuerzo y cena, pero necesito de otras cosas también, como la lechuga, que nunca hizo feliz a nadie.

Las palabras, o el lenguaje, son lo que conforman nuestra cosmovisión. Pensamos en palabras, nuestras ideas nacen y se transmiten por medio del lenguaje, y hasta les debemos nuestra evolución como civilización. Aun así, son algo relativamente nuevo en el mundo. Durante la mayor parte de sus miles de millones de años no hubo vida en la Tierra, y la mayor parte del tiempo en la que sí hubo vida, no siempre fue vida inteligente. Sólo después de que aprendimos a pasar conocimiento de una generación a otra, la civilización se hizo posible. En términos cosmológicos, el lenguaje es algo que pasó hace más o menos 10 minutos (y ni hablar de la escritura).

Las palabras son el producto de la combinación de las mismas veintipico de letras, con posibilidades innumerables, llenas de significado, que alcanzan para contar suficientes historias como para llenar bibliotecas infinitas. Pero tenemos palabras sólo para aquello que podemos nombrar. Lacan decía que lo que no se nombra, no existe. Es muy difícil pensar en algo que no conocemos (next to impossible), sin intentar describirlo con palabras, y sin darle un nombre. Por eso es indescriptible lo inimaginable.

Hay palabras que nos acercan, palabras que nos alejan. Palabras que nos transportan. Palabras que nos enaltecen y palabras que nos quiebran. Palabras cortitas que duelen, palabras que disparan olas de placer… Estoy segura de que la belleza poética no está en lo que el poeta quiso decir, sino en las palabras que eligió para decirlo.

La gran ironía, es que nuestras palabras, y nuestro lenguaje, además de ser lo que nos habilita para comunicarnos, es lo que muchas veces impide que nos entendamos. «I know you think you understand what you thought I said, but I’m not sure you realize that what you heard is not what I meant.»

Así fue como de a poquito, me fui enamorando (como conviene enamorarse, despacito) palabra por palabra, hasta que más que en profesión, se fue convirtiendo en vocación. Y finalmente, como lo describiera Bernard Cohen, me enamoré de la musicalidad de la traducción. Traducir es como interpretar música: hay que encontrar el ritmo correcto, la cadencia adecuada, la afinación justa de cada nota. Es parecido a interpretar lo que alguien ya escribió en un pentagrama. Si se pierden los matices de las palabras, se pierde la belleza y el significado del mensaje.

Hace poco me preguntaron si tengo alguna palabra favorita, que no es lo mismo que te pregunten cuál es tu color o película favorita, porque no supe ni siquiera cómo empezar a distinguirla. Las palabras nos pueden caer bien o mal según su significado, su significante o simplemente por cómo suenan.  Después de tener que pensarlo, encontré una que me gusta por las tres cosas. La palabra es petrichor en inglés o petricor en español. Y hace referencia al olor de la tierra húmeda después de la lluvia. Me gustó mucho más, cuando me enteré que en realidad ese olor tan evocativo, lo produce una bacteria en el suelo, que es lo menos poético que hay.

 

Unas palabras más.

Existen entre 7000 y 8000 idiomas…y a penas hablo 2.

Hace poco, tuve mi primera experiencia inventando un idioma, de la mano de David Peterson... fue lo más parecido a inventar otra realidad que conozco.

Aborrezco la palabra «bombacha», tenía que contárselos.

This is Your Life

¿Para qué estamos en este mundo, digo yo?

He estado muy callada, porque a veces, como dice Bertrand Russell (o como se olvidó de decir), es mejor no publicar y dejar que piensen que no tenés nada interesante para contar, en lugar de publicar un post y confirmarlo. Pero como soy de las que jamás toman un buen consejo a tiempo, acá estoy, publicando. Igual, es cierto. Si pudiesen imaginar mi proceso creativo, sería como un montón de ideas tratando de pasar todas juntas por la misma puerta, al mismo tiempo, sin que ninguna lo logre*.

A veces me cuesta entender, cómo es que llevo 27 años meta vivir, y todavía no entiendo nada. Siempre tengo la fantasía de arrancar viviendo sabiendo lo que sé hoy, pero me doy cuenta que a medida que pasa el tiempo, no crece mi entendimiento sino que aumenta el número de cosas que ignoro. Pero supongo que no está tan mal, o al menos eso me digo a mí misma tratando de convencerme.

En los años 50, existía en la televisión estadounidense, un programa que básciamente, se trataba de llevar a una persona bajo falsos pretextos a un estudio de televisión para finalmente sorprenderlo con su familia y amigos y hacer un raconto de su vida todos juntos; su influencia en otras personas y su aporte a la sociedad, su carrera profesional…etc. El show, se llamaba This is your life y ese nombre siempre me pareció bastante…fuerte.

Me imagino a los protagonistas de cada episodio en un pánico espantoso, mientras su vida estaba siendo escudriñada en televisión nacional, por terceros, quienes calificaban de ejemplar, satisfactoria, exitosa (o no) la suma de todas las decisiones tomadas a lo largo de una vida, que en general cuesta mucho trabajo vivir.

El pánico me lo imagino, porque me veo a mí con muchos años encima, sin haber hecho nada ni remotamente cercano a memorable por la humanidad, y pudiendo a penas hacer cosas por mí misma y mi propia felicidad. Reconozco que es un tanto masoquista y tortuoso ponerse en ese lugar, pero me resulta un examen de conciencia interesante para preguntarme ¿qué estoy haciendo con mi vida?

Existe una diferencia fundamental entre llevar una vida feliz, y una vida significativa. Mi felicidad se construiría con muchas de las cosas que ya tengo, más un viaje a la Polinesia Francesa, una provisión interminable de chocolates After Eight y un muchacho atractivo e inteligente que me enamore y me quiera bien. Todo re sencillo hasta ahí. El problema es que mi felicidad está muy atada a la felicidad de las personas que quiero, y eso no depende de mí. Y la felicidad, es esquiva, está hecha de segundos que ya pasaron, no nos da ningún consuelo, y cada vez cuesta más trabajo encontrarla y retenerla. Es muy difícil refugiarse en la felicidad. La felicidad se reduce a la satisfacción de un deseo y no hay nada más esquivo que el deseo.

En cambio, la búsqueda de un significado es lo que nos hace personas. Encontrar y hacer cosas que nos hagan sentir que tenemos un propósito más allá de nosotros mismos y de la medida de nuestra existencia. Irónicamente, nada nos llena de más significado que traer felicidad a otros…y, a otros que no tengan que ver con nosotros mismos. Criar a nuestros hijos, jugar con el perro, inventar una canción, ayudar a un completo extraño, alimentar a 1500 personas por día, regalar tu tiempo para acompañar a quienes se sienten solos, cuidar un cactus, encontrar el número primo más alto que se haya encontrado…

Todavía no puedo contestarme qué estoy haciendo con mi vida sin querer meterme abajo de la mesa a llorar deprimidísma por los 27 años en los que no encuentro nada que satisfaga esa pregunta. Estoy segura de que he hecho cosas por los demás, y aparte tengo un cactus que cuidar, pero ninguna de esas cosas sostienen un significado como para poder decir tranquila, «Ok, that’s my life». Supongo que con los años se me irán ocurriendo y presentando cosas para llenar de significado this blip of existence, pero ya pasaron 27 y la cuenta no me da.

En el mismo orden de cosas:

El poeta W.H. Auden dijo: «We’re here on Earth to help others, what the other are here for, I’ve no idea.»

*sí sí…la metáfora de las ideas queriendo pasar todas juntas por la misma puerta viene de acá.

¡Hola! Los extrañé.

Cumplí 3 años acá, hace bastante…y no hice fiestita. Muy flojo de mi parte. Pueden reclamar su bolsa de sorpresitas y su porción de chocotorta dejando un comentario más abajo.

Préstenle atención a esta señora, que insiste en que hay que comprarse un ukelele, porque en cualquier momento nos morimos.

¿Y vos, nena, para cuándo?

Don't you just hate that?
Don’t you just hate that?

Cuando se tienen 27 años, se es la única mujer soltera en kilómetros a la redonda, y no hay nada mejor que hacer, parece que es menester que te pregunten, para cuándo un novio. En serio, la pregunta parece tener gravedad propia, y simplemente se desploma de la boca de tías y primas lejanas en una cena familiar, o de tu jefe en un almuerzo, o de alguna de esas ex compañeras del colegio que un día te agregaron a Facebook.

Tiene muchas otras versiones, «¿vos no tenés novio todavía? ¿pero no te gustaría casarte? ¿no estás saliendo con nadie? ¿seguís soltera?» , etc y nunca falta quien te dice a modo de cumplido «cómo puede ser que una chica como vos esté sola.»

Creería que después de muchos años de toparme con esta escena, tendría una buena respuesta para esa pregunta; porque ridículamente, siento que debo dejar satisfecha a la otra persona cuando me cuestiona por qué estoy sola. Como si tuviese que justificarme, aún cuando la desición es mía y quien me lo pregunta no me importa. Como si fuese asunto de toda esa gente que mi ex novio haya dejado de quererme, o que el hombre del que me enamoré, no se haya enamorado de mí. Es una pregunta de mierda. Debería ser igual de maleducada o impertinente que preguntarle a alguien cúanto dinero gana, o por qué no tiene hijos.

Habiendo tantas otras cosas en el universo para alimentar nuestra curiosidad, las tías, las primas, los jefes y las ex compañeras, se interesan en la vida amorosa de una. Como si fuese una cuestión de equilibrio cósmico.

Aún así, todavía no encontré una respuesta que en lugar de ponerme incómoda a mí, que estaba feliz minding my own business, ponga incómoda y en falta a la otra persona, y la haga sentir mal, pero diplomáticamente, sin mandar a nadie a la mierda, (al menos no de manera explícita.)

Lo que más me molesta de toda esta cuestión, es que me moleste; que de hecho le esté dedicando un post en el blog, cuando en realidad, pensaba relatar mi experiencia de una noche as a wingwoman. Pero, supongo que a modo de expresión personal, quería dejar en claro que es una pregunta de mierda, no se la hagan a nadie, dejen a la gente en paz, porque no hay crítica o consejo, declaración o insight que puedan aportar, que vaya a cambiar la vida de nadie. Y para mis congéneres, les dejo esto: fijate que en general, quienes te hacen esta pregunta, son personas cuya opinión realmente, te importa un pito.

Hice una encuesta, y algunas buenas respuestas son:

  • ¿Un novio? Me arruga la ropa.
  • ¿Vos seguís casada?
  • Todavía no encuentro el que me pague el all inclusive a la Polinesia.
  • Es que desde la cirugía de cambio de sexo todavía me animé a salir con nadie.
  • Y…ahora que está la ley de matrimonio igualitario, en cualquier momento me caso.
  • Noooo, mi papá no me deja.
  • Es que soy comunista.
  • Me dejé al chico en la otra cartera.
  • Depende de quién pregunte.
  • Porque tengo un blog.

La Petite Mort

La temida última página y el preludio del bajón post-libro

Desde chica me acompaña una sensación espantosa que no he podido explicarme cada vez que termino de leer un libro. Una pensaría que más o menos a esta altura y después de haber pasado muchas últimas páginas, ya me habría acostumbrado, pero no.

En mayor medida, es casi la misma sensación que experimentamos al volver a la realidad después de haber visto una película muy buena (cuando el director tiene la capacidad de envolvernos en la historia) sin tener que bancarnos al idiota infaltable de cada cine, que come pochoclos, se chapa a la novia y comenta la película a los gritos.

Roland Barthes se refería a la petite mort como el objetivo principal de la literatura. Él utilizó el concepto como una metáfora para describir eso que se supone que debemos sentir al experimentar una obra de arte literaria. Después de todo, cerrar una contratapa, es también iniciar un pequeño duelo (después de puro placer). Yo creo que Barthes también se olvidó de decir que es el mismo vacío que sentimos cuando se nos termina una buena serie, una canción o un buen film.

Terminar de leer un libro es vivir el final de algo que nos transforma y nos conmueve. Es despedirse de personajes que nos emocionan y con quienes nos encariñamos. Las despedidas son siempre difíciles. Supongo que es por esto que este bajón es ineludible, porque los finales de las historias nos recuerdan que todo se termina. Así como hoy me despido de Arthur Dent, el día de mañana también voy a tener que despedirme de otros personajes que quiero, y que son más tangibles. Y entiendo que puedo volver a leerlos cuando quiera, pero es como ver fotos, siempre estáticas de personas y momentos que ya no están, o evocar recuerdos. Ya no van a haber diálogos nuevos, ni aventuras inciertas, ni besos probables. Esas oportunidades ya no existen (algunas ya no están) y no van a volver.

No terminamos nunca de acostumbrarnos a los puntos finales, y lo irónico es que ninguna buena historia es buena sin un buen final. En los libros podemos palpar que nos estamos acercando al fin, porque hay un último capítulo y una última página. Pero en el día a día, la línea que separa el inicio, el clímax y el desenlace de nuestra propia historia es difusa y uno no sabe exactamente qué momento está transitando (lo que me aterra, es que ese final puede darse en cualquier momento, y me puede pasar como en final de Lost, que nadie entendió nada.)

Llegar a la última página es llegar al final de una historia que vivimos como propia. Los libros (las películas, las obras de teatro, y el arte en general) son una manera de saciar ese capricho cósmico con el que nacemos las personas de querer vivir todas las vidas estando limitados a vivir solo una.

Epílogo:

Alguien me dijo que no todos tienen la capacidad de dejarse ¿abstraer? por el arte y las historias de las que no somos protagonistas. Seguro lo dice por el idiota infaltable de cada cine, que no puede quedarse callado y quieto por 2 horas.

Lo bueno de leer, es que las historias son ilimitadas. No importa que haya muchos finales, siempre puede haber más comienzos, y no sé Uds. pero cuando leo un libro por segunda vez me gusta más. Son como los segundos besos, siempre mejores que el primero.

Yo tengo una costumbre que le copié a Billy Cristal de una de las primeras escenas de When Harry Met Sally,  y es que cuando me compro un libro, siempre leo la última página primero. Por las dudas.

Feliz cumpleaños a la mitad de Honorio Bustos Domecq, quien hubiese cumplido unos cuantos años este finde.

Queda claro que no superé lo de Lost, y extraño a Sawyer: 😦

404 Not Found

...I get that a lot.
404 Error
We’re sorry but the man you were trying to search:
1. Does not exist
2. It’s a myth
3. Transcends all human understanding
4. Exists, but in a different universe
5. Died 3 years ago
6. Married Angelina Jolie
7. Has evolved to a higher plane of existence.

Ya me quedó clarísimo que me va a costar mucho enamorarme…o ¿volver a enamorarme? No puedo andar jactándome de tener expectativas altísimas, ni de buscarle el pelo al huevo (perdón por la metáfora); porque podría relatarles una listita de especímenes muy peculiares que vendría a refutar esa teoría. Ojo, en su momento, los quise mucho a todos, pero en retrospectiva bajo ningún punto de vista eran el hombre de mi vida.  No es que yo sea un super premio como mujer, disto muchísimo de serlo. Cierta vez, un ex o un amigo, o ambos, me dijo: «sos como esos perros chiquititos insoportables, que ladran ladran ladran, pero son re tiernos, y más cuando están enojados». Así que evidentemente, vengo a ser algo así como una mascota simpática, más que una buena pareja.

Igual temo que este desinterés sea una medida de self-preservation más que una verdadera falta de entusiasmo. Los hombres de los que probablemente me enamoraría, en general no se enamoran de mí, y si lo hacen, yo no me entero –  que es casi lo mismo. Así que para ahorrarme el sufrimiento que le sigue y el trámite de tener que desilusionarme después, procuro no meterme en esas. Voy aprendiendo, ¿vieron?

Una de las conclusiones a las que llegué en este autoanálisis, es que no me estoy enamorando, porque no sé qué estoy esperando encontrar; o dicho en criollo: no sé lo que quiero. Creo que no tengo un checklist de virtudes y atributos que debería tener mi pareja ideal. Así, dificilmente me de cuenta cuando alguien quiera deslumbrarme, e igual quiero que me deslumbren. ¿Esto es ser jodida?

Pero el amor y todo lo que lo adorna siguen siendo tema recurrente en el monólogo y el desorden de mi sinapsis. Yo espero que de alguna manera, estos 27 años que llevo meta vivir, sean la precuela de una buena historia con algún joven Paul Newman que haga que me duela la panza de risa, todo el cuerpo del sexo increíble que vamos a tener y el corazón, cuando después de muuuuucho tiempo juntos, él ya no esté.

Tengo muy a flor de piel, la sensación de que así como no existe alguien que nos complete, uno tampoco va a serlo todo para nadie. Pero por ahora no estoy encontrando quien me complete ni en un 30%….eso que soy mini y no hay mucho para completar.

Gabriela Acher dijo en uno de sus libros que, las mujeres, cuando no estamos enamoradas, nos aburrimos. Creo que tiene razón, y el aburrimiento es peligroso. He hecho un tremendo esfuerzo por no caer en los típicos errores hijos del aburrimiento; así que ya no tengo tarjetas de crédito, trato de no tener chocolates en casa,  y le di la patria potestad de mi pelo largo a mi peluquero amigo para que no me deje ni cortármelo ni teñírmelo. Lamentablemente sí caí en errores atípicos, pero al menos son novedad. Lo bueno de todo esto es que tengo un montón de tiempo libre, como por ejemplo, para escribir este post.

Cosas que pensé, pero no dije:

¿Paul Newman? ¡Ja! ¿No había dicho que mis expectativas no eran tan altas?

No enamorarme como una idiota de uno que me gusta un poquito, no es una mala noticia.

Y sí, por más que mi vida no esté atestada de Paul Newmans en este momento, no quiere decir que no haya gente que me guste, mucho.

No me quiero cortar el pelo, y jamás me haría un tatuaje…así que curo algo del aburrimiento cambiándole el look al blog. Ese es mi violín y mi vaquita de San Antonio.

¿Ya se dieron cuenta de que me gusta Fiona Apple?

Not about love

Prueba de que estaba estudiando. Les juro que ese es el glosario de Conferencias. (AKA: Encuentre la forma más complicada e ineficiente de estudiar y coronarse como "The Queen of Procrastination")

Si me preguntaran como viene el estudio, les contestaría que la dilación al menos viene de diez; pronto va a mutar en un profundo auto-desprecio y después de eso me voy a convertir en una máquina del estudio (la noche antes del examen) para después ir y sacarme más de 8…porque soy así de despreciable.  Es un proceso delicado estudiar, no hay que andar apurándolo. Así que decidí seguir mis instintos y aparecer por acá.

Hace muchísimos posts escribí acerca de mi incurabilidad (¡Hola RAE!) para dejar de lado la idea de que el amor es la experiencia existencial más gratificante. Tengo que decirles que hoy, no necesariamente me convence este concepto. Es como cuando se te pasa el efecto de un analgésico -de esos que tomo yo; el mundo en realidad no era tan maravilloso, y no me estaba divirtiendo tanto como creía. Cuando la perspectiva se abre paso entre las nubes rosas (o grises) la magia del amor, se ve como un truco fácilmente reproducible y al alcance de cualquiera.

Para alegría de mis amistades, quienes festejan que haya podido empezar a probar otros chocolates disponibles en el mercado, hace rato que no pienso en ese cuadradito perfecto de chocolate con menta que me comería a toda hora, no sólo después de la 20hs.  Pero tengo que decirles que este tipo de desencanto llega sin penas ni gloria. Es parecido a descubrir que tu canción de amor favorita en realidad habla de un sánguche de mortadela. Todo lo que dijiste, sentiste, hiciste, deshiciste, pensaste, deseaste, veneraste, exigiste y pataleaste se ve absurdo desde esta perspectiva.

Lo que más me confunde de este lado del desencanto, es sentir que corro el ¿peligro? de que finalmente no exista un pedacito de chocolate irreemplazable que me saque de este cinismo. Sin embargo, al mismo tiempo, siento cierto alivio al saber que no va a venir ninguno a seducirme con su endorfina azucarada y convencerme de cosas que no son para que yo haga estupideces de las que después (seguramente) me voy a arrepentir.

Todo esto me deja con la idea de que en realidad la consigna siempre es no enamorarse. porque después hay que tomarse el trabajo de dejar las cosas atrás. Es un proceso curioso: Podemos tratar de convencernos con hechos irrefutables y verdades empíricamente comprobables. Podemos dejar que pase mucha agua abajo del puente, enchastrarnos probando otros chocolates y emborracharnos con cuanto malbec nos pongan adelante – pero no se nos pasa hasta que se nos pasa solo, y sin importar cuánto creemos que sufrimos en el medio, llegar a este lado del túnel es un proceso que, como el estudio, tampoco se puede acelerar.

Aunque, ¿les digo la verdad?, finalmente,  la indiferencia involuntaria no tenía nada de dulce y nada de encantadora. Fue como despertarse de un sueño loco y darse cuenta de que I was just being silly.

No tengo nada más para decir (excepto):

El nombre de este post debería haber sido PROCRASTINATION con luces de neón y todo, porque en serio, si estoy despierta a esta hora, debería estar estudiando…instead, me acordé que existía esto: http://vimeo.com/9553205 y ya lo ví 3 veces.

Y también, nada dice Not About Love como la panza de Zach Galifianakis en este vídeo:

Sitting, Wishing, (not) Waiting

Ante la duda, me siento y me pongo cómoda.

A veces la vida se trata de hacer de cuenta que hay ciertas cosas que no estamos esperando que pasen. Es algo que pongo en práctica siempre que quiero que el agua hierva más rápido o que el ascensor se apure en llegar o mientras espero el 107. Hay que hacer de cuenta que no estamos esperando nada. De alguna manera, la anticipación hace que el tiempo pase más lentamente y que las cosas tarden en llegar.  El problema con eso, es que me sale miserablemente mal. Trato de convencerme de que hay algo que no estoy esperando, cuando en realidad casi no puedo pensar en otra cosa. Es terrible que ni yo me crea mis propias mentiras.

La verdadera tragedia surge cuando a veces hacemos de cuenta que no estamos esperando que pase algo que queremos que pase, que en realidad verdaderamente no va a pasar (…¿se entendió algo?) Va de nuevo: Es como cuando nos hacemos las difíciles con esperanzas que no tienen la más mínima chance de cumplirse; problemática que se agrava cuando la vida nos tira un osooooo y parece que sí! que finalmente sí! ….Y no, not even close. Life’s kind of a little bitch.

Un amigo de este blog sostiene que la esperanza en muchos casos suele ser un castigo, y que el hecho de que sea lo último que perdemos no es ninguna bendición. Supongo que la obstinación es de las cualidades más enojosas de la condición humana, así como también lo difícil que resulta abandonar ciertas ideas. Es probable que esa sea la base de nuestra evolución – la obstinación y que de alguna forma insistir e insistir e insistir e insistir haga que avancemos aunque no necesariamente sea hacia adelante.

A veces las expectativas están bien al alcance de la realidad: Eventualmente el 107 llega, el ascensor no tiene más opción que ir y venir de la PB al 3er piso y sí o sí el agua hierve a los 100 ℃. Sin embargo, las esperanzas siempre están puestas en cosas que sabemos que son unlikely to happen, quizás por eso las esperamos.

Actualmente mis expectativas se parecen muchísimo a hacer de cuenta que no estoy esperando que me cambien el guión de una película que me sé de memoria. Es como si mirara esta escena una y otra vez esperando que ella se baje de la camioneta, sabiendo que no se va a bajar: Y me pongo ansiosa cuando agarra la manija de la puerta…la gira un poquito…respira profundo… Y!… Nada – obvio que no se baja. La película termina igual.

Yo sé que es momento de que acepte las propuestas de otros directores y definitivamente de otros actores…porque no debe ser sano insistir con el mismo guión 4 años seguidos, sobre todo sabiendo a ciencia cierta que nunca va a terminar como espero. El temita es que fucked up y todo, como cree que está, Clint Eastwood me puede.

Una se tropieza tantas veces con la misma piedra a propósito que termina por confundir la estupidez con paciencia. Quizás lo bueno de saberme un libreto de memoria es que no hay sorpresas, y que en caso de que un día quiera ver una muy buena película, sé que esta no me va a defraudar aunque el final me ponga chinchuda y trompita…Después se me pasa y la quiero ver de nuevo.

Decididamente esto de hacer de cuenta que no pero sí es una pésima estrategia. Me funcionaba muy bien cuando era chica, y es una técnica infalible para banalidades que irremediablemente terminan por concretarse -Pero hasta ahí llega su efectividad.

Igual no me quejo. Después de todo, no estoy esperando nada.

Bottomline(s):

La naturaleza humana de insistir, insistir, insistir e insistir me hizo acordar a esto. Nos cuesta más aprender la valiosa lección.

Una técnica cuasi infalible y científicamente comprobada para cuando estamos esperando el bondi y queremos que llegue más rápido es prenderse un pucho…En serio no falla nunca. Lástima que no fumo.

No es que estoy esperando que Meryl Streep se baje de la camioneta a jugarsela de una a ser felices para siempre con Clint porque esa sería otra película. Pero sí estaría buenísimo que aunque sea baje la ventanilla y le alcance un paraguas o se baje a tomar un café y charlar un rato. Really, that’s it.

Cómo te lo digo

Siempre me han desagradado los lugares comunes y la gente que llama a las radios dedicándoles canciones de Luis Fonsi a Fulanito, que es el amor de mi vida. No tiene mucho que ver con el pobre Luis, en realidad, la frase del estilo “el amor de mi vida” es lo que no me cierra. Jamás le he dicho a nadie semejante cosa. Supongo que porque no sé qué significa, o quizá porque es una frase tan trillada que con el correr de los años, o de las veces que la escucho, me suena a un sinsentido popular que se usa en las FM para dedicar canciones.  Últimamente este rechazo a ese tipo de demostraciones de afecto se ha extendido a otros espacios donde antes ese rechazo no existía, o dónde al menos lo toleraba. Hoy las declaraciones de amor me suenan irreales y sobre todo ingenuas. Un amigo sostiene que es porque estoy aburrida…O mejor dicho, porque no estoy enamorada y por ende estoy aburrida. Según él, las mujeres cuando no estamos enamoradas, nos aburrimos y nos volvemos difíciles de conmover. La verdad es que ese argumento no me convence del todo, pero en este caso me conviene asentir obedientemente. Si hay algo que aprendí en los últimos años es que a los taxistas, como a los locos, hay que correrlos para el lado que disparan. Sobre todo a los taxistas porteños. — Por otro lado, no sé si puedo jactarme del todo de no estar enamorada.

Esta falta de entusiasmo a las demostraciones populares de afecto muchas veces se interpreta como indiferencia, amargura o frialdad. Pero no, a no confundir. Hay que saber presionar las teclas correctas para conmover a alguien y no a todos nos entusiasman las mismas cosas.

La experiencia se ha encargado de demostrarme que quienes se jactan de ser fríos o de demostrar su cariño de manera apática en realidad son quienes más necesitan de esta validación, a pesar de su bandera que dice «I’m fine if you don’t love me, I don’t care». La demostración, es decir,  la evidencia perceptible del afecto, no sólo es placentera y reconfortante sino que también es necesaria, porque muchas veces lo que no se nombra no está.  Es un asunto delicado,  porque también a veces quienes pecan de cargosos/abrumadores/avasallantes, también la están pifiando—feo.

Lo que me llama la atención de las demostraciones de afecto es cómo cada parte se ve afectada según la situación sentimental. Para el amor no correspondido las demostraciones de afecto son ante todo innecesarias, porque para la contraparte no hay nada más incómodo y enojoso que la demostración de un cariño que no se puede corresponder. Y resulta no solo cansador sino inútil porque en estos casos no importa qué tecla presiones, sino que uno no es quien es capaz de hacerlas funcionar.  En cambio para el amor recíproco, la evidencia del afecto es hasta imprescindible para que la relación avance. Como me dijo mi abuela , o como se olvidó de decirme: Al amor hay que enamorarlo todos los días.

En realidad, la mejor demostración de afecto es aquello con lo que el otro puede identificarse en nosotros. Creo que es así para muchos… Es como la historia de Chandler en Friends, la vez que se camina todo New York buscando la primera edición de The Velveteen Rabbit para la novia de Joey de quien estaba enamorado (porque Joey le quería regalar una lapicera – aunque it was a pen…but also it was a clock!). No sólo el libro le iba a gustar más sino que también iba a tocarle una fibra sensible porque era algo muy propio que venía de afuera, y eso es clave, aunque suene a narcisismo. La satisfacción de darle al otro lo que le gusta y de lo que se puede enamorar, o sea la satisfacción de quien recibe, es también la propia de quien otorga. Es mas o menos parecido a lo que pasa en el sexo, cuando el propio goce pasa por el goce del otro.

Para quien suscribe la mejor demostración de afecto me la da la complicidad en forma de humor. Y a mi amigo que cree que mi aburrimiento obstaculiza mi capacidad para conmoverme, le pido que no se preocupe por mí. Todavía hay muchas cosas que me conmueven, pero las canciones de Luis Fonsi, los pasacalles con mensajes, los ositos de peluche, los mensajes en mi muro de Facebook, los links a videos tiernos en YouTube, las serenatas, y el resto de los lugares comunes…No.

Just so you know:

Sí, cambié el look…Nada importante, es que a veces se me da por cambiar los muebles de lugar.

Que me parezcan ingenuas las declaraciones y demostraciones de afecto, las promesas de amor para siempre y las frases del estilo «sos el amor de tu vida», no significa que lo sean y no es mi intención desvalorizar lo que para algunos es invaluable. Sucede que, según observo, la lógica rara vez viene a interrumpir la sensación de eternidad que nos da estar enamorados. Yo sé que quien dice «sos el amor de mi vida» genuinamente se lo cree también. Sin embargo, por ahora, L’amour pas pour moi.